jueves, 11 de septiembre de 2008

EN BUSCA DE LA UTOPÍA EDUCATIVA

Por Celia Rosado Romero.


Inicia otro ciclo escolar y la demanda estudiantil para ingresar a la Universidad Veracruzana, como acontece año con año, supera a la capacidad. Este hecho vuelve a colocar en el ojo del huracán a la Máxima Casa de Estudios que sufre como todas las universidades del país, la transición a una nueva época que las presiones demográficas y sociales demandan día a día. ¿Cuál es esa demanda?

Se les exige calidad, se les obliga a modernizarse, a ser eficientes, a preparar cuadros que requiere el mercado, a desarrollar en los estudiantes una cultura empresarial, a buscar nuevos métodos pedagógicos, a innovar sus procesos de gestión, a evaluarse y acreditarse ante organismos internacionales, es decir incorporarse a la denominada “sociedad del conocimiento”, en busca de la calidad y excelencia.

Toda un a serie de demandas que a diferencia de las universidades privadas las públicas no tienen el apoyo económico para afrontarlas, en este rublo no hay quien levante la voz para aportar lo que requiere la propuesta de mejoramiento.

En este contexto, la política del estado las enfrenta a buscar el camino empedrado en la reducción de los presupuestos gubernamentales, ¿cómo poder cumplirle a la sociedad sin recursos?, esa es la angustia de las instituciones educativas, que no sólo abruman a las de nivel superior, sino a todos los niveles. Mientras el discurso oficial va en un sentido, las acciones no corresponden al mismo.

Se hace necesario reflexionar sobre la relación de calidad, mejoramiento, eficiencia, etc. con recursos económicos, estableciendo que uno habrá de depender del otro. No se puede hablar de manera independiente del uno o del otro.

Paralelamente, sin ser esquemáticos y para no ser reiterativos en el aspecto del financiamiento, tratando de darle todas las aristas al problema del sistema educativo mexicano, se debe buscar salir de las características que componen casa uno de las definiciones tradicionales señaladas por la UNESCO como objetivo del mejoramiento de la enseñanza.

Sin embargo, ¿cómo cumplir los cuatro criterios tradicionales del desarrollo de un sistema educativo: eficacia, eficiencia, relevancia y equidad?

Respondiendo a la interrogante, Pablo Latapí Sarre cuestiona la misión educativa actual, de una manera amplia y libre, desde el ángulo de una errónea conceptualización de esos criterios tradicionales.

Pone en juego su elucubración a través de cuatro preocupaciones: calidad, excelencia, conocimiento y conocimiento racional, a cada una las da un contexto diferente que nos lleva a repreguntarnos sobre los cimientos en que se esta forjando las universidades y nos deja un sabor de incumplimiento si nos dejamos llevar por el arrollador paradigma de lo mercantilista, dejando fuera el pilar esencia de toda educación universitaria: el enfoque humanista.

Para que formar líderes, nos dice Latapi, si esto conlleva una sumisión de otros seres, porque mejor no darle a éste el espíritu de brindar sus conocimientos a su congénere. En su reflexión remonta a las relaciones del saber para darles un cometido que lleve al estudiante a explorar su valor como buscador del conocimiento.

La supervivencia en un mundo donde la competencia se ha convertido en una forma de vida, nos hace creer que ese es el camino del éxito. Poco se habla en el argot docente de la modestia que nos da el conocimiento para mejorar la calidad de la educación.

Así, una educación cuya preocupación es formar seres con ilimitados deseos de aprender en el paradigma de múltiples inteligencias (Howard Gardner), darán individuos con infinidad de habilidades, que no necesariamente serán para el mercado laboral sino para perpetuar una cultura que a fin de cuentas es la que ha llevado a la humanidad a permanecer en el globo terráqueo.

Habrá que plantearse una revisión de la concepción filosófica de la educación que hoy impera antes de responder a la Secretaría de Educación al proponer a 61 rectores de universidades públicas una reforma que termine con el "desempeño mediocre" del sector ( 19 de mayo 2007). Fue el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán Gutiérrez, advirtió la situación es "grave" por lo que se necesita "redefinir el paso" para que el país no se quede a la zaga del desarrollo mundial.

La preocupación sobre el tema, lo abordó el secretario general de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), Rafael López Castañares, al señalar que con excepción de la UNAM, las instituciones universitarias compiten en situación de desigualdad en temas como el financiamiento. Y consideró que las "debilidades estructurales" que tienen el sistema universitario y la ciencia en México son consecuencia, entre otras, de la falta de una política de Estado.

Ambas partes, autoridades y comunidad docente, tiene que ver con que las universidades no preparen a individuos para impulsar el desarrollo del país, muy a pesar de que se considera a la educación la clave del crecimiento.

Sin embargo los equívocos sustanciales en la conceptualización filosófica de los ideales de la educación, ameritan discutirse en el seno de las académicas para darle su justa dimensión a través de las necesidades de los mexicanos y no a las exigencias de las grandes empresas, las cuales demandan mano de obra preparada pero no quieren invertir en las instituciones educativas.

Como última aportación habrá que decir que para cerrar la brecha producida entre el perfil de ingreso y de egreso, es necesario desarrollar un proceso de educación, a través del cual se entregue al aprendiz las herramientas para lograr los aprendizajes de salida, a partir de sus conductas y conocimientos de entrada.

Para que esto suceda, es preciso disponer de una serie de recursos, entre los cuales se encuentran los humanos, particularmente los docentes, y los materiales, sean estos bienes o infraestructura, junto a las mallas curriculares y metodologías de enseñanza aprendizaje.

Los mencionados recursos constituyen los insumos que alimentan el proceso educativo, cuyas especificaciones deben responder a los requerimientos que emanan de la implementación de las mallas curriculares mediante el uso de determinadas metodologías de enseñanza- aprendizaje, donde se organizan para crear las condiciones que permitan al alumno, al finalizar sus estudios, alcanzar el perfil de egreso definido.

Si se llega a lograr ese propósito mediante una conceptualización moderna y real de los criterios educativos de calidad, será seguro que el sistema educativo mexicano podrá salir del hoyo que se encuentra inmerso desde hace más de cuatro décadas, y cambiar la actual imagen de los egresados de las universidades públicas del país.

La eficiencia del sistema deberá ser con sentido social sin descuidar la inclusión de sus egresados en el sector productivo, ya que uno no se contrapone al otro. El discurso político educativo repetitivo como reflejo de las necesidades de los empresarios, debe alejarse para conducirse en el entramado que teje las necesidades de la sociedad.