miércoles, 20 de octubre de 2010

UNA "GUERRA DE LOS MUNDOS"



Por Antonio Alonso.

Carl Sagan convenció a la Nasa para que volteara el lente de la sonsa espacial Voyager 1 en dirección a la Tierra para que tomara una fotografía, a la distancia de 6mil millones de kilómetros. La foto fue tomada el 14 de febrero de 1990 y de ella, Sagan inspiró el título de uno de sus libros “A pale blue dot”. Los comentarios de Carl Sagan sobre ésta, una de las diez fotos científicas más importantes de la historia, aparecen como colofón de la serie Cosmos, y son los siguientes.

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.

La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos.

Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.

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Herbert George Wells escribió en 1898 LA GUERRA DE LOS MUNDOS, en que describe una invasión marciana a la Tierra. Una raza alienígena que agota sus recursos y se ve obligada a buscarlos en otros planetas, se desplaza a la Tierra y desata una batalla intergaláctica. ¿Cómo imagina el hombre a los aliens? De dos formas, una pacífica y una hostil. La pacífica es la que dice que los extraterrestres nos vigilan, nos cuidan y nos traen un mensaje de paz. La hostil dice que ellos nos vigilan para atacar sorpresivamente y apoderarse de nuestro mundo. Hay infinidad de películas al respecto. Inteligencia superior, tecnología superior, son pequeños, verdes o grises, ojos grandes, cabezones, calvos, sin ropa, algunos tienen tentáculos y otros extremidades. Generalmente, son ilustrados como feos.

Las películas estadounidenses sobre la Guerra Fría de mediados del siglo XX, pintaban a los rusos como hombres pequeños, pálidos, feos, con los dientes podridos, tontos y campesinos. También a los japoneses los pintaban así, a los franceses, a los cubanos, etcétera. La imagen que nos formamos de los terceros se integra a partir del estereotipo que nos ofrecen. Si es blanco, es bueno; si es negro, es malo.

Entonces, ¿cómo actuaríamos si, de repente, nos topáramos con una especie físicamente distinta pero en términos culturales casi a nuestra par? La película SECTOR 9 satisface las dudas, exponiendo que nuestra sed de curiosidad nos llevará a recorrer hasta el último folículo de sus cabezas. Preguntas básicas, ¿qué son, de dónde vienen, qué comen, cómo hablan, su idioma, cómo visten, qué tecnología usan, qué quieren decirnos…, qué hacen aquí?

La industria del cine nos dice que la humanidad, particularmente liderada por EEUU, siempre gana expulsando a los invasores. DÍA DE LA INDEPENDENCIA es un ejemplo.

Una buena parte de los científicos dice que tenemos la culpa porque nuestras transmisiones de radio y televisión, anteriores a la era digital, pueden ser captadas en cualquier lugar del universo. Sin embargo, investigaciones recientes dicen que esas transmisiones no llegan a más de 4 años luz de distancia, o sea más allá del Sol. Entonces, si llegáramos a recibir una invasión, eso quiere decir que las razas alienígenas son nómadas, su forma de vida es como la de una plaga de langostas, viajan de prado en prado agotando todo lo consumible. Stephen Hawking dice que el universo se encuentra en continua expansión, en su libro HISTORIA DEL TIEMPO, lo que haría esa labor algo tediosa.

Una película de hace dos años se contrapone a ésta teoría, poniendo al humano en el lugar de las langostas. Nosotros, agotando nuestros recursos al ritmo en que lo hacemos, bien podemos vernos obligados a potenciar nuestro desarrollo tecnológico para buscar otros planetas habitables. ¿Se imaginan desplazar a seis mil millones de personas? ¿Y si ese planeta que queremos, y del que depende nuestra existencia, ya está habitado? Estaríamos entonces cumpliendo la profecía de H.G. Wells, librando una batalla intergaláctica entre dos mundos. Como dice el nombre de la película, ésta sería la BATALLA POR TERRA.

La tecnología que necesitamos para administrar nuestros recursos y prevenirnos de ser una plaga de langostas, ya la anticipó Isaac Asimov en YO ROBOT. Una supercomputadora con inteligencia artificial capaz de mantener la vida en la Tierra. Pero, nos recuerda Asimov que el hombre es una amenaza para sí mismo; como los robots no pueden dañar al hombre, entonces, para mantener la vida en la Tierra y protegerla, la supercomputadora se ve obligada a aislar a los humanos, considerándolo la solución más sensata. Sería posible entonces evitar un holocausto nuclear, al existir una computadora programada de ese modo. Sería una especie de utopía, las maquinas ayudándonos a vivir mejor, haciendo todo para nosotros y en vez de que nosotros lo hagamos. Como en la película WALL-E.

¿Qué moral existe en una computadora que funciona y razona sólo con base en tres reglas? Los anarquistas, y cualquiera que viva fuera de la ley, dirán que la computadora, al no ser flexible, es una dictadora, la mala de la historia. ¿Entonces, qué sigue, una rebelión? Para mantener el orden, las máquinas se convertirían en un TERMINATOR, puesto a que nuestra seguridad está en sus manos.

Televisión, videojuegos, comida empacada, seguridad electrónica. Vivimos en un salto entre la ciencia actual y la ficción de hace cien años. Incluso, puede que dentro de otros cien, cuando la ciencia ficción nos alcance, terminemos comiendo galletas hechas de gente muerta, como en CUANDO EL FUTURO NOS ALCANCE.

No es necesario desplazarse de una esquina de un pixel a otra, como diría Sagan, o de un pixel a otro. Ya estamos viviendo una GUERRA DE LOS MUNDOS en nuestro mundo.