miércoles, 13 de julio de 2011

Año Cero 5.2

Por Antonio Alonso.


Adonis Neumann se paseó frente a los detenidos durante unos minutos, de vez en cuando fijando la mirada en sus rostros. Su gesto de indiferencia se había deformado, contrayendo sus facciones en una muestra de desprecio y odio que, cuando les miraba a los ojos, le obligaba a hacer rechinar sus dientes y bufar. Se pasó atrás del panel de luz que los detenía para relajarse y ordenar sus ideas para el interrogatorio.

-Drágovich Orlov –dijo el andromediano mientras caminaba hacia el frente del lizardo-, obviamente sabe a qué vino, pero no por qué está aquí. Pues bien, no lo tome como algo personal, pero los sobrevivientes de mi especie lo odian a usted, por ser una especie de heraldo de la muerte.
-Menos mal –interrumpió Orlov-, creí que era otra cosa. ¡Mierda! Le he copiado el sarcasmo a ese estúpido científico -murmuró en voz alta-.

Adonis le miró fijamente el ojo izquierdo, observó la trayectoria de la cicatriz que le atravesaba media cara e hizo un gesto inmediato de repugnancia.

-Esa herida es nueva. ¿Se la hizo algún camarada mío?
-En realidad no es así, es una historia graciosa.
-¿Sí? Cuénteme. ¿Es que ofendió a algún ministro?
-De hecho jugué una apuesta hace unos meses a que podía afeitarme con los ojos cerrados.
-Veo-dijo con sarcasmo Adonis- que perdió la apuesta.
-La gané, como siempre pasa con todo. Al final, yo gano.
Adonis estiró sus brazos, luego se quitó los guantes y el saco del uniforme.
-Quisiera, en serio, no hacer lo que tengo que hacer; pero lo que hago es por los de mi especie, más que por el Imperio, sin mencionar que mis superiores también son de mi especie y lo odian por igual. Particularmente, el joven comodoro Braun no tendría por qué estar aquí, pero como es el oficial de más alto rango se aplican a él las reglas como prisionero de guerra.
-¡Guerra que ustedes empezaron!

Tan pronto Marcus exclamó, le dieron una descarga que le provocó un paro cardíaco de treinta segundos. Durante ese tiempo, el interrogatorio continuó.

-¿Por qué destruyeron Blauenhäuser?
-Ustedes lo destruyeron con su tonta guerra civil.
-¡Mentira! –acto seguido, le pegó una bofetada al escamoso-.

Neumann respiró profundo y sacó su cigarrera del pantalón. Dio dos golpes a la punta del cigarro contra el estuche y, sosteniéndolo con sus dedos índice y medio, lo encendió; aspiró y liberó una gran bocanada en el rostro de Marcus, que apenas se incorporaba.

-Nuestros asuntos internos a usted ni al ministerio deben importarles, Drágovich. Sabemos que, durante su última visita a ese planeta, su misión era esconder una bomba Flapjack.
-¿Estás loco? Ni siquiera yo, que soy de alto rango, y aún siendo de confianza, estoy autorizado para utilizar esa clase de arsenal. Hace miles de años que no se usa una bomba de ese tipo.
-Creo que somos afortunados por haber encontrado antes otros mundos para colonizar; lo malo es que la mayoría de nosotros murió ese día.
-Aún así, ustedes tienen suficiente población para tripular naves de éste tipo.

Hubo un corto silencio. El rubio caminó en círculo por el coliseo con el cigarrillo en la boca; los lizardos querían seguir sus movimientos pero estaban imposibilitados.

-Desde aquél día –dijo Adonis mientras salía por la derecha del panel-, ésta es la única nave nodriza que queda, la Nacht Sonne. Con el tiempo, desciframos transmisiones de emergencia de otras colonias y naves en galaxias diferentes que revelan que ustedes las destruyeron sistemáticamente.

-Para nada. El Ministerio tiene evidencia de que ustedes se enfrentaron a muerte, luego nos atacaron y nos vimos obligados a participar del combate, pero sólo en las colonias lizardas, no más allá.
-Como si los lizardos fueran los únicos con representatividad en el Ministerio –interrumpió un timbre que sonó por dos segundos, luego una voz mecánica dio un mensaje: “Comodoro Neumann. Comunicación urgente”-… Vaya. Qué le parece, creo que el exministro Helmut Brüll, nuestro emperador, me necesita al habla.

El blanco salió del pequeño coliseo para atender esa llamada. Helmut Brüll había sido miembro del Ministerio, representante de los habitantes de la galaxia de Andrómeda, de quienes también era noble emperador, al borde de llevarlos a la lucha desesperada por la supervivencia en lo que él mismo reconocía como una guerra inútil que terminaría con la existencia de su raza; sin embargo la solución popular para la sobrevivencia era el conflicto bélico, cuya última esperanza era acabar con la raza más numerosa conocida usando una fuerza miles de veces menor y tecnológicamente más atrasada.

Para los andromedianos como Adonis Neumann resultaba obvio que serían aniquilados, pero la paridad del costo se balancearía luchando como suicidas, lo que durante la guerra del Nacht Sonne les valió numerosos e importantes triunfos sobre las fuerzas del Ministerio.

Los andromedianos no tenían un nombre propio como especie, sino que se les denominó así según la investigadora lizarda que los sometió al orden del Ministerio, la infame Andromeda Gavras, quien no tuvo otro mérito en su vida, salvo morir misteriosamente luego de investigar la historia de esa raza.

-Es curioso encontrar alguien que se de tanta autoimportancia en éstos días.
-Cállate, Marcus. Si no quieres que esos focos de infección bien vestidos nos maten antes que el otro desquiciado vuelva –murmuró a regañadientes Orlov.

La silueta de Adonis no tardó en hacerse ver por el umbral a la entrada del coliseo. Desde ahí siguió con su charla.

-Les decía, mis amigos. Quedamos menos del diez por ciento de la población original, toda la milicia andromediana está concentrada en esta nave, aproximadamente la tercera parte del total de supervivientes. El ministro Brüll le manda sus saludos, comandante Orlov, y el último adiós; me ha ordenado aniquilarlo ahora que puedo.
-Éste día está lleno de sorpresas, ¿no es así, Marcus?

La Nacht Sonne se sacudió violentamente. En el hangar todo era humo, ya no había naves ni tropas de ningún bando, quedaba sólo un agujero gigante y restos de sangre y vísceras por doquier. La nave se había salido de órbita y la gravedad interna era inestable.

La nave insignia lizarda había explotado como medida de seguridad para que, en caso de captura como el de ahora, el enemigo no pudiera obtener información específica sobre la tecnología de los lizardos ni cualquier otro aliado al Ministerio.

El campo que mantenía suspendidos a Orlov y Marcus se desactivó y se apagaron las luces dentro de la sala de conferencias en que los sermoneaban. Los soldados blancos se gritaban de un rincón a otro dentro del coliseo para asegurarse de que alguno los tuviera a tiro, pero nadie los veía; los lizardos habían saltado rápidamente para ocultarse, ya sabían las posiciones de los guardias y, antes de que éstos usaran su visión nocturna, gritó uno de ellos, Drágovich le había roto la caja torácica; luego otro, al que Marcus tomó con su brazo, tiró al piso y le arrancó la cabeza de una mordida. Tomaron las armas de los caídos y corrieron hacia donde Adonis, para escapar; Orlov apenas tuvo tiempo de empujarlo hacia los guardias para evitar que disparen a su salida.