lunes, 20 de agosto de 2012

El hombre con sombrero de paja


Por Antonio Alonso.
        

Cuestionar la existencia de Dios no es trabajo fácil, pues los creyentes plantean que todo a su alrededor es clara evidencia de la obra de Dios, algunos tienen incluso la habilidad de poner todos los argumentos en su favor y pasan por alto o rechazan la validez de ciertos hechos que van en contra de lo que creen. La evolución encabeza la lista, seguido de los descubrimientos de culturas antiguas adoradoras de otras deidades, a quienes se les llama paganos, y cuyas aportaciones forman parte del conocimiento contemporáneo.


Muchos tenemos la infundada idea de rechazo o temor hacia los Testigos de Jehová que, como los vendedores de puerta en puerta “llevan la palabra de Dios” en unas –a veces interesantes- revistas de publicación periódica. Quienes les escuchan detenidamente se percatarán de que aparentan domitar los temas que tratan. Y cierto día me topé uno cerca de la parada del autobús, intenté evitarlo pero estaba en medio del camino, además de que no podía poner de pretexto la parada, pues el autobús no se avistaba. Empezó su sermón conmigo con auditorio. Cada tres palabras de éste hombre con sombrero de paja y maletín negro, que vestía una bonita camisa roja a cuadros, volteaba a ver hacia donde debería asomarse el autobús que me llevaría a la oficina.


Entonces habló, con aparente dominio del tema, hasta que dijo una frase que me hizo lanzarle una mirada de desprecio, lejos de ofenderme descalificaba sin argumentos una de las bases del conocimiento científico: “nos dicen que evolucionamos del mono, pero la verdad no es cierto”. Lo paré en seco: “oiga, ¡yo creo en la evolución!”. A lo que me respondió con sarcasmo: “sí, pero ¿qué tipo de evolución?”. Llené mis pulmones para responderle, pero llegó mi autobús y tuve que soltar la bocanada de aire para despedirme.


En otra ocasión, en la Macroplaza del Malecón de Veracruz, en un evento de evangelistas, el orador principal aseveró que los mesoamericanos nunca descubrieron cosas tales como la astronomía, porque adoraban dioses falsos, lo que significa que todo su conocimiento es falso. Más adelante incluyó que los movimientos sociales, asociaciones de beneficencia y soluciones diplomáticas jamás arreglarán al mundo, el único capaz –dijo- es Dios. Eran mil contra mí, entonces tragué mis comentarios.


No son los únicos, los cristianos y católicos creen en el creacionismo, que el universo se sostiene por una tortuga gigante, el cielo y el infierno, incluso en imágenes de culto que se aparecen en muros enmohecidos, como vírgenes y cristos. Parece que, para quienes tienen una enraizada necesidad de creer en algo, esto vale la pena, pero no es justo que en el nombre de quien se supone un Dios benévolo y por salvarse del infierno crean lo primero que sus ministros religiosos dicen, y así desaten atrocidades como las guerras, el racismo y hasta descalifiquen el conocimiento científico, que lo único que busca es mejorar nuestras condiciones de vida.


Ya que aparentan saberlo todo, será mejor que se quiten la paja de sus cabezas.

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