viernes, 24 de agosto de 2012

El Rincón sin ocio: El almacén del infierno.


Por Antonio Alonso.
(Para propósitos del autor, en los ejemplos se harán generalizaciones).


           Como toda fobia, ir de compras es para  la mayoría de los hombres lo que una partida de videojuegos lo es para la mayoría de las mujeres. Sobre todo si se trata de comprar ropa. ¿Cómo lo ven ellas? Entran a las tiendas y almacenes llenos de gran variedad de prendas donde ellas son libres de elegir la que mejor se acomode a su personalidad, físico y livinidad. Si una les gusta, antes de entrar al probador llevan más de cinco opciones  de cambio; alguna puede no gustarles por algún detalle mínimo, el color, un moño, por ejemplo. En ese caso, la solución más práctica para ellas es cambiar de tienda, donde la historia se repite. Algunos establecimientos han reconocido que para los varones no es de mucho agrado acompañar a la pareja en busca de ropa, así que en ciertas áreas establecieron sofás o áreas lounge donde ofrecen bebidas y botanas.

Una solución.   
           En 1920, en los Estados Unidos, apareció el primer sistema de venta por catálogo, un sistema revolucionario en ese entonces, impulsado por mayoristas, que incluye –como ahora- fotos ilustrativas del producto a vender, tiene mejor alcance y no es necesario llevar a los clientes potenciales a los puntos de venta. 
           En 2009, según la Federación Mundial de Ventas Directas, América Latina reportó una facturación por 18mil millones de dólares en el sistema de catálogo. A inicios de 2011, un estudio reveló que las ventas por catálogo, también conocidas como “ventas indirectas”, tienen ocupados a 1.9 millones de mexicanos en ésta economía y que en 2010 generó ganancias por mil 945 millones de dólares. El 90% de los vendedores, cuyas edades van de los 18 a los 55 años, son mujeres, quienes se encargan de crear un sistema de mercado basado en la confianza, donde la venta es uno a uno, realizándola el vecino, un amigo o compañero de trabajo.
           La venta mayoritaria se la lleva el mercado de cosméticos por 20,064 millones de pesos –representa un 80% del total, pues su valor agregado es que son productos exclusivos que no se encuentran en cualquier plaza-, seguido de productos nutricionales por 6,771 millones y el segmento de ropa en tercer lugar con ventas por 3,838 millones de pesos.

La anécdota.
Un día, acompañé a una amiga a surtir un pedido de zapatos que vende por catálogo en una de las proveedoras de calzado más reconocidas –dentro del público que compra por catálogo-. A la entrada mostró su membrecía para poder pasar, más adelante sacó una libreta con muchos números y palabras que supongo eran las marcas de zapatos y nombre de los clientes. Llegamos a una galería enorme con montañas de cajas de zapatos, acomodados en columnas identificadas con letras y claves. “Buscaré estos primero”, dijo, avanzó y llegó tan rápido como si hubiera ido al baño de su casa, se paró frente a una sección de la columna y revisó la clave del modelo, luego la talla y así, con veloz precisión, en quince minutos ya estábamos fuera. Esa es eficacia en los negocios.
            . Aún así, las clientas tienden a devolver el pedido porque no les gusta o “les hace ver gordas”.

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