martes, 20 de mayo de 2014

LIBERTAD DE EXPRESIÓN: DE LOS PALEROS, LA REPRESIÓN Y LA CENSURA.

Por Antonio Alonso.


A cerca de dos semanas de celebrar el día nacional de la Libertad de Expresión, el próximo 7 de junio, cabe hacerse la pregunta de si de veras existe esta garantía. Tenemos el ejemplo en la escala nacional de la Reforma a Telecomunicaciones; pero, en la escala local o regional, aquí donde vivimos y donde pasamos el día a día, donde seguramente no es tan “malo” decir lo que pensamos, ¿existe dicha libertad?

En los próximos párrafos, se desarrollará un análisis basado en evidencia empírica, dejo a juicio individual la valoración de los hechos que a continuación se describen.



LA REPRESIÓN Y LA CENSURA.
Pareciera que no las hay. Pero las hay. ¿Por qué creen que a veces no encontramos los ejemplares de la revista Proceso que tanto esperamos? Los datos incómodos hacen que los políticos involucrados en esas líneas compren todo el tiraje para que nadie las lea. Éste es uno de los casos de censura más tranquilos.

Están los casos de quienes niegan las cosas mil veces, los que caen en la descalificación y de quienes exigen se actúe de manera represiva, un castigo por actuar de manera contraria a la corriente oficial.

Teniendo en cuenta que vivimos enun mundo multicultural, rico en diversidad, determinado por diferentes historias individuales, hay quienes se niegan a trazar rutas hacia una convivencia, personas convencidas en que la negación y la ausencia de la otredad en sus proyectos los han llevado a donde están hoy. Se niega, se repele,se persigue, se señala, se anula lo que es “diferente”. Diferente, incluso, a su realidad inventada. Esto es una relación soberbia de poder que subordina y anula cualquier posibilidad de hacer que la vida de los “otros” sea digna.

En el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) el pasado 17 de mayo, la rectora de la Universidad Veracruzana (UV), Sara Ladrón de Guevara, anunció que ésta universidad es “espacio para todas las voces, y este debe ser un respeto total al derecho que tenemos todos los ciudadanos de expresar nuestras opiniones”. Esto a razón de la “mentada colectiva” a Enrique Peña Nieto por parte de estudiantes de la institución. Comentó que tiene tanto respeto a la libertad de expresión, que el jovenque había sido expulsado de la UV por pronunciarse contra autoridades pasadas,fue reinsertado en las aulas universitarias.

Caso que no se dio cuando Rocío Ojeda Callado, entonces Directora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UV y actual Presidenta de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP) movió todos sus hilos y llamo a todos sus contactos para convocar una Junta Académica –entiéndase, un juicio-, donde el orden del día sentaba en el banquillo a cuatro estudiantes para expulsarlos; esto en diciembre de 2009.

El motivo, la distribución de un video ofensivo en que sólo uno participó, fue privado de sus derechos universitarios y expulsado inmediatamente. El verdadero motivo, el 10 de septiembre de 2009, el Consejo de Acreditación de la Comunicación (CONAC) entregó a la directora de FACICO el documento que certifica la calidad de su institución; en contra medida a ello, alumnos de la facultad distribuyen panfletos que revelan la verdadera situación de entonces: un centro de cómputo deplorable, docentes escondidos en compadrazgos y un brutal sindicalismo,instalaciones eléctricas fallonas, equipo de producción de video obsoleto, así como un mañanero aroma a fritangas. ¿También ahora?

Lo que incomodó a funcionarios, egresados y paleros, al grado de afectar la imagen de los estudiantes, así como entorpecer su proceso académico. Como lo descrito en los volantes resultaba cierto, no pudieron hacer algo; hasta que plantaron falsa evidencia y los culparon.

En el proceso de defensa, sólo uno fue expulsado, pues aparece en el video, entonces publicado en Youtube. Sin embargo, Marco Agustín Malpica, entonces catedrático y actual director de FACICO, ex delegado sindical y –dicen- compadre de Ojeda, exigía la cabeza de los cuatro, prestando oídos sordos a las defensas de alumnos y otros docentes.  Ojeda Callado pidió lo mismo, pero se saliódel recinto para atender otros asuntos “más importantes”.

A cinco años de ese día y en el marco de los 60 años de fundada la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Universidad Veracruzana, sólo eso queda: dos directores represores, con cara de buenos, al hilo.

DE LOS PALEROS.
De esos sobran. Casi todos los que ostentan algún cargo público tienen los suyos, vienen en todos los tamaños, formas, colores y olores (unos más hediondos que otros). Traen varias frases paleras pregargadas y suelen repetirlas incansablemente, varían según el modelo.

En México, a quien funge de palero se le define como “persona que favorece o ayuda a alguien en términos de público que aplaude en representaciones artísticas o en mítines políticos”, o “ayudante convenenciero de grupos o de dirigentes políticos”. En Paraguay, un palero es un cocainómano; quizás sea lo mismo acá.

Si el actor político da un discurso, el palero le aplaude. Si el político se equivoca, el palero lo excusa. Si el político la riega, el palero lo justifica. Y, si al político lo atacan, el palero lo defiende hasta con las uñas.

Cualquiera puede aspirar a ser un palero, sólo necesita cumplir con los puntos descritos en el párrafo anterior, no hay que pensarle tanto. El atuendo es lo de menos, consígase una playera con el nombrede su representante favorito y ya estuvo, no importa si es una gorra, bandera,pancarta, abanico, lona, máscara, tortillero, reloj, o lo que sea, sólo debetener grabado el nombre.

Lo que siempre caracteriza a los paleros, cuando nose identifican con el método descrito, es que salen a la defensa sin pensarlo y sin pensar lo que dicen. Creen que hacen bien, pero casi siempre es mayormente perjudicial; pero para no dañar su corazoncito de palero nadie les dice nada.Si usted se encuentra con uno y es un poco más intelectual que él o ella, siempre podrá tener horas y horas de diversión garantizada.

No estamos juzgando el proceder de un funcionario o el desarrollo de una campaña proselitista, se trata de la figura del palero. Ese hombrecillo escondido en los matorrales que espera la oportunidad de causarsimpatía a su modo, tendiendo una alfombra con pétalos de rosa o dizque haciendo de guarura.

Y es que, recientemente, en la cuenta de Facebook de Alto Lucero Zona Costa, administrada por el Gobierno Municipal de Alto Lucero, cuyo alcalde es el señor Manolo Domínguez, apareció una publicación invitando al carnaval de Palma Sola, en el que habrá una corte real, batucada, comparsas y hasta una cabalgata –suena interesante-; lo curioso es que también anuncia que “los esperamos en la explanada de la Iglesia para divertirnos y gozar con excelente música”. Uno se dobla de la risa escuchando tal cosa, aparentemente incongruente, de ir a la Iglesia a gozar y divertirse.

Al hacer el señalamiento de por qué un evento público del gobierno se desarrolla en la sede de una institución religiosa, evocando al laicismo, el alcalde respondió oportunamente “debo aclarar ciertamente, que en ningún momento es un evento vinculado con la iglesia,únicamente se está prestando el espacio del Salón Social por espacio y ubicación, como lo hacen con los habitantes del pueblo que lo solicitan para alguna fiesta o reunión sin adquirir con ello ningún vínculo en nuestro evento”. Una respuesta clara y contundente.

Sin embargo, como capullo abriéndose ante los rayosdel Sol, no faltaron los paleros. Ambos invitaron a la participación proactiva por la comunidad, a sólo hacer propuestas y no críticas (aquí vamos calentando). El primero, funcionario de la oficina de Comunicación Social municipal, menciona que “enfocarnos sólo en los pequeños detalles que opacan la participación y unión de la gente no hace que un pueblo progrese, sólo genera un pueblo apático”. Más adelante, un señor de nombre Martín, escribe con un severo problema ortográfico que transcribo literalmente “como parte de esta sociedad tenemos q aportar algo y algo positivo o críticas constructivas q sean para mejorar no solo para castrar, ylo digo x mi y x todos xq como ciudadanos no hemos hecho ni madres y solo votamos veneno, yo estoy en palma y m doy cuenta d lo q pasa d lo q caresemos yde lo q necesitamos, pero los q son d aquí y están fuera no veo q hagan algo”.

¿Es de veras necesario ese nivel de agresión? En dos oraciones, a quien hizo la pregunta, le llamaron apático, antiprogresista,  no participativo, castroso y venenoso, entre otras que puedan sumarse. El alcalde ya había ofrecido su respuesta y los paleros sólo aparecieron para regarla, complicarlas cosas, generar ambigüedad, opacar la comunicación y ensuciar la imagen pública del funcionario, no fueron corteses y, en el caso de la comunicadora,no usó un lenguaje institucional.

¿Qué necesidad?

Otro ejemplo es el de los trabajadores sindicalizados de TAMSA protegiendo a su líder, Pascual Lagunes, de las preguntas de los reporteros. Esa es otra historia.



A FINAL DE CUENTAS.

En grande o en chico, la comunicación es un proceso que cualquiera puede entorpecer, voluntaria e involuntariamente. Si tienes paleros te va peor. ¿Podemos realmente decir lo que queramos, donde y cuando queramos hacerlo?

Ni en las redes sociales está uno seguro, el ciberpalero es una especie nueva, evolucionada, con un nivel de conocimientos un poco más sofisticado, que siempre está al acecho, buscando lo que dicen los demás con el afán de reportarlo.

Hablar en privado ya no sirve, no se puede saber laclase de persona que puede estar a la escucha. Y si va con el chisme, peor si cambia la versión y altera la información, habrá consecuencias, un regaño, una falta administrativa, suspensión del sueldo, despido, etcétera.

A veces no queda de otra que ignorarlo y hablar encongruencia como se piensa, ¿Cuál sería nuestra calidad moral si no?

Paleros atacando en 3…2…1…

domingo, 4 de mayo de 2014

Amar la Luna. Parte III.

Por Antonio Alonso.

*Ahora quiero saber que sigue... eres un hijo de puta.
*Jajajajaja...Poli, ¿Poli Pocket o qué?...¿Mujer hermafrodita? Jajajaja...Toño es que tus relatos sobre el grupo "Amar la luna" son tan intrigantes como sarcásticos y con cierto humor involuntario. Los amo. Soy fan.  No puedo creer que toda esta aventura detectivesca se desarrolle en el Puerto de Veracruz.
*Ya me volviste a dejar igual! otro muerto y ni madre de pistas!!!




Utilería.

En el futurista complejo de celdas parecía nunca pasar eltiempo, debido a su iluminación artificial. Cada bloque de prisioneros debíacumplir funciones específicas para la sostenibilidad del sitio, y a Fabián lehabían asignado labores en las hortalizas. Cansados, sucios y con sus uniformespercudidos, los agricultores aprovechaban cinco minutos por cada sesenta paradarse un respiro y luego volver al intenso trabajo. Era el último receso antesdel cambio de equipo; esas doce horas se sentían como el infierno con esasofocante luz amarilla y el calor de cincuenta grados Celsius. Al menos no leasignaron picar roca en las minas como Roberto, el desconocido con quiencompartía celda. Los guardias los formaron en un contingente para marcharcamino a las duchas, con sus herramientas al hombro, como si fueran armas, ysilbando tonadas de canciones viejas como MoonRiver o The Green Leaves of Summer.La primera le recordaba a Thania, a quien imaginaba usurpando el papel deAudrey Hepburn.
Marchaban sobre el camino principal, Rosenstrasse, unaamplia avenida arbolada y con abundantes rosas en ambos lados. Al fondo, se vedistante la gigantesca columna que sostiene el domo principal, con sus lucesazules subiendo y bajando como en una carrera; más allá, las chimeneas de lasfactorías, a donde se supone que van los trabajadores menos disciplinados.Nadie podía hablar sobre lo que sucedía en su lugar de trabajo; tenían algunasmañas ingeniosas para comunicar que algo estaba mal, pero no podían hacer másque especular.
En una ocasión, según le comentaron a Fabián durante susprimeras noches ahí, un prisionero recién llegado denunció maltrato por partede los guardias y cuestionó todo, algunos lo secundaron; sus trajes se tiñeronrojos, aunque no era sangre. El soporte principal también brilló en rojo, unaalarma sonó y los guardias se apartaron, lo mismo hicieron otros prisioneros.Un rayo se disparó desde lo alto y los vaporizó, dejando sólo sus ropas yalgunas piezas dentales metálicas o prótesis adheridas a sus huesos. Desdeentonces nadie cuestiona nada.
Y seguían silbando, mirando a los compañeros de los costadossólo con girar los ojos. Tenían miedo cada vez que pasaban sobre las marcas deese rayo mortífero que un día acabó con la vida de sus amigos. Alguien del tercercontingente cayó al suelo, nadie se detuvo para ayudarle, hasta que llegaronlos guardias y lo molieron a golpes, obligándole a levantarse por su cuenta.Eran curiosos los casos específicos en que usaban la fuerza.
En la ducha no había guardias, pero tampoco salidas deemergencia o respiraderos más grandes que el tamaño de una pelota de béisbol.Era el turno del baño del primer contingente, dos centenas de personas en unsilencio abrumador donde la paz era quebrantada por el choque del agua contrael suelo. Algunos rompieron en llanto, siempre lo hacían. La impunidad y laincapacidad de hacer algo para dependerse eran los sentimientos que llenaban apocos.
-Es que tenemos que hacer algo – pensó en voz alta FabiánRicarte-.
Todos se giraron hacia donde el joven antropólogo, aspirandoaire en sorpresa. Nadie se esperaba un comentario así desde hacía meses. Alotro extremo, su antisocial compañero de cuarto aplaudió con apatía. Y comenzóuna burla sínica.
-Con que el doctorcito quiere hacer su propia lucha.Adelante, que lo maten. Estoy harto de que se ponga a hablar cosas sin sentidotodas las noches, pensando por qué lo trajeron aquí, quienes son éstos tipos,etcétera. Con conclusiones descabelladas y bien pendejas. Supongo que lo deahorita debe ser la culminación de todas tus cavilaciones, ¿no? Pues,felicidades. ¿De qué vas a querer tu pizza, de peperoni o de tu puta madre?
Los demás lo abuchearon y le arrojaron jabones. Un adulto,de unos cincuenta años, le metió por la fuerza uno en la boca.
-¡Cállate, pinche Roberto! Estamos hartos también de tantamamada sólo queremos una explicación, seguro algo dicen.
-Sí, claro –replicó-. Los putitos no saben por qué chingadosestán aquí. Pues por eso, ¡por putitos, todos! Es un castigo por una vida así.¡Váyanse a la verga todos, ustedes y sus soluciones! Nada podrá sacarnos, nadieha salido nunca.
Ricarte avanzó hacia él, aun con jabón en el cuerpo, y losdemás le abrían paso. Roberto cayó de rodillas al piso, sollozando.
-Tú tienes una teoría.
-No, doctor. Chinga tu madre, vete.
Ni siquiera lo volteó a ver, pero Fabián se acercó más y seagachó, estaba molesto por esa actitud rabiosa, colérica. Le exigió de nuevacuenta que expresara lo que sabía, y nada. El turno del contingente en la duchaestaba por terminar y necesitaban saber eso.
-Debes decírmelo ahora. ¿Qué sabes?
Sonó una alarma, indicando el fin del baño. Todos salieron yfueron escoltados a sus respectivos separos. Roberto tendido en su colchón yFabián insistiendo en que le contara. Y al milésimo intento consiguió una quejay un escupitajo en la cara.
-¡Ya estuvo bueno, wey! Te dije que no. Déjame en paz.
-Sólo quiero que me digas lo que piensas, es todo. Estoyseguro de que es una versión diferente, una versión interesante, sobre todoesto. Te prometo que no lo cuento, no me río, ni te preguntaré más cosas. Nadamás dime.
Roberto se giró boca arriba y miró a Fabián un instante,luego esquivó la mirada. 
-Yo he estado allá arriba. Sé que nunca nadie ha salido nisaldrá de aquí, aunque esos caras de verga digan que sí. No tienes idea de loque le hacen a la gente. Cuando entras ahí, nada vuelve a ser tú, o tuyo. Estraumático, vomitas con sólo verlo. Cuando te hacen eso, te usan para otrascosas. Luego están esos camiones donde ponen lo que hacen, no sé a dónde van;está muy bien cuidado, no hay rótulos, no hay placas. Aunque no desperdiciannada, ahí huele a muerte. Me hicieron verlo, fue el castigo por mi pecado. Yahí estaba él, señalando lo que quería que viera y contándome con detalle lascosas. Lo odié, lo odié tanto que mi pecado se limpió.
-¿Tu pecado se limpió?
-No te diré más. Quiero estar sólo.
-¿Esto cuándo pasó?
Roberto se había quedado dormido encima de una mancha delágrimas en su almohada. Antes de terminar su descanso, Fabián reportó a sucompañero como incapacitado y se dirigió a la clínica para pedir unoscalmantes. Se encontró a Frank en el camino, quien le comentó que habíanliberado a tres personas del bloque XHG. Le preguntó si la noticia no leparecía alegre, pero Roberto ni siquiera había escuchado.
La clínica era el punto más cercano a la columna principalal que se permitía el acceso, lo siguiente eran las fábricas y la estación deenergía. Al pobre individuo se le ocurrió apreciar la columna desde su base,subiéndose a unos contenedores junto a un muro muy alto. Comenzó por la puntadel soporte, prácticamente invisible, y bajó hasta donde otros complejos leimpedían ver. Cuando vio más abajo, unos perros pastor alemán le ladraban y losguardias sonaron un silbato, le ordenaron largarse. Pero no fue todo lo quehabía, antes que obedecer, sus ojos se abrieron como queriendo tragarse todo loque veían. Pero Fabián estaba mudo e inmóvil, lleno de odio y miedo. Se cayódel lugar donde estaba e intentó llegar ahí a través del hospital, pero estabacerrado; a la vuelta, la unidad de urgencias estaba abierta, los paramédicos yel personal de la ambulancia estaban haciendo guardia.
-Oigan, necesito ayuda.
-¡Largo de aquí! No hay nada que tengas que hacer aquí,sabandija.
Se lanzó sobre los cuatro a punta de golpes. Con una patadaen la rodilla tiró a un camillero, le quitó su casco y golpeó rápidamente a unparamédico en la cabeza, dejándolo inconsciente. Los otros dos, que eranenanos, le sujetaron por detrás, Fabián dejó caer su peso sobre ellos,tronándole a uno la espalda. El restante tomó una llave de tuercas que estabajunto a la ambulancia y unos cables para corriente, que usó como chacos. Aqueltomó las piernas del otro enano y lo arrojó al pequeño ninja, que murió alinstante por la fuerza del golpe de la cabeza contra su estómago. Las tropas deélite de los cuerpos de seguridad no se hicieron esperar y rodearon la zona,apuntando al prisionero con armas de todo tipo, desde pistolas hasta riflesfrancotirador ubicados en las azoteas, reluciendo sus trajes negros, con cascoscerrados hasta la cara que fungen como máscara antigas. Unos curiosos uniformescon un pulpo de seis tentáculos dibujado sobre el pecho izquierdo.
Fabián retrocedió, cuando tocó pared se dio cuenta de queera una entrada dibujada a una imaginaria sala de urgencias de un hospital deutilería. Pronto fue arrestado. Uno de ellos, seguramente alguien de altorango, contestó una llamada por radio.
-Felicidades, mocoso. Vas a conocer al sueco –le dijo alprófugo antes de subirlo a un camión para personal Opel-.  


Arcadio.

No da resultados.¿Será que necesitemos más? De cualquier modo, ha pasado mucho tiempo y no logrover lo que me prometiste. ¡¿Dónde puta madre está lo que me prometiste?!¡¿Hasta cuándo, coño?! Estoy hasta la madre de esto, ¿no te has dado cuenta?D-e-s-e-s-p-e-r-a-d-o. Harto, angustiado. Necesito que te reportes con urgencia  en Ká-dingir -Puerta de los Dioses, ensumerio-. No, tú y todos tus hombres. Unode ellos fue identificado por la policía y varios periódicos le llaman ya “elasesino de la chaqueta de cuero”. ¿Querrías explicarme? Un descuido tan grandeno es algo que fácilmente pueda olvidar, pudo poner en riesgo todo lo que hemoshecho, ¿o será lo que has hecho? Digo, porque ya no sé quién es el que mandaaquí, tú o yo. Porque ahora resulta que tú eliges a los sujetos y envías a tuspropios matones para conseguirlos. Oh, sí;  válgame, que no te enteras de nada. Hay unoficial asignado al caso y debemos evitar que nos siga el rastro, te pondré altanto cuando llegues, porque ahora resulta que soy tu puñetero informante. Esosí, déjame decirte algo, la próxima vez que algo así ocurra, asumiré completocontrol de las operaciones y tú, aunque seas el pionero, serás “evacuado”,¿comprendes? ¿O es que también tengo que explicártelo?
Fabián no pudo ver quién hablaba con tanta prisa, lo teníanamordazado y con la cabeza cubierta; empero se trataba de algo realmente serio,a pesar de que no se revelaron detalles durante la llamada telefónica. Esta persona azotó el teléfono contra elsuelo rompiéndolo en varios pedazos.
-Y éste, ¿quién es? –dijo la voz dañada luego de gritar tantopor el teléfono, se notaba calmado y elocuente, mientras hacía gárgaras conwhisky. Le respondió uno de los guardias.
-Un prisionero del bloque THX, señor. Intentó saltar el murode la Colonia.
-¿Existe un bloque THX? Ridículo, esto es la realidad, no unapelícula de ciencia ficción. Aunque, a decir verdad, las reglas aquí soncomparables a las de esa película de George Lucas. No importa. ¿Por qué hizoeso?
-Según el prisionero, quería conseguir ayuda médica paraalguien del bloque de trabajadores.
-Y luego de eso, él…
-Sí, él fue forzado a retirarse del muro, se enfrentó contraotros guardias y luego fue sometido. Una situación controlada, señor. Pero sutraje no reaccionó para impedirle hacerlo.
-Y… ah, ¿para qué me lo has traído?
-Señor, éste es el prisionero que usted expresamentesolicitó fuera traído aquí.
Una sensación extraña, ligeramente parecida a un escalofrío,recorrió su cuerpo; un raro hormigueo en la espalda impidió que se levantara,aunque sí demostró sorpresa ante la noticia. No podía apartar la mirada,rabiosa y asesina, de aquel bulto al otro extremo de la oficina decomunicaciones. No sabía si sus reacciones eran normales ante un caso así, perosu mano derecha comenzó a temblar como si fuera un ataque de Parkinson. Iba aocurrir una confrontación, sí es normal reaccionar así. Tomó su pañuelo de sedade Indias y secó gentilmente el sudor de su frente, luego humedeció sus labiosusando su lengua con lentitud. Apoyó sus manos sobre sus rodillas paralevantarse y tomó whisky directamente de la botella. Otro sorbo de whisky paraestar seguro.
Las luces de los monitores a sus espaldas iluminaban alsujeto sentado junto a la entrada pero oscurecían su rostro. Ordenó a losescoltas hacerse a un lado. Extendió la mano para intentar descubrirle la cara,pero dudaba si hacerlo o esperar. Al final lo hizo. Una llamada del Señor N., sucelular comenzó a sonar con el Can Can de Orfeo en los Infiernos mientras elrostro de éste sujeto se desvelaba en la ligera penumbra.
Ambos se vieron sorprendidos, clavando sus miradas uno alotro, uno con rencor y el otro con sadismo.
-Mira qué bien. A ti te esperaba para después, pero creo quepodemos ir adelantando las cosas. Como seguro escuchaste, los planes vanretrasados y tú ocupas un lugar en ellos. Guardias, llévenlo a Arcadia, laciudad de los osados, para que el señor aprenda a comportarse.


Repercusiones.

Thania convivía con Bety día y noche mientras Aldoinvestigaba. De vuelta al periódico el domingo a las seis de la mañana paracubrir la guardia, Bety leía las agendas de los funcionarios y las notas rojaspara saber qué cubrir durante el día. Estaba muy concentrada en ello. Thaniapreparaba el café muy cargado, de una marca de Córdoba que siempre ofrecía undelicioso café aromático.
-¿Crema?
-Sí.
-¿Azúcar?
-Dos.
-¿Qué tan caliente?
-Para tomármelo hoy.
Sirvió el café y tomó asiento en el escritorio de enfrente,junto a la ventana con vista al obelisco que conmemora a los héroes de laciudad de Veracruz. Arriba de la ventana, enmarcado y en grande, la foto en elmejor ángulo de Chirinos resbalándose en ese obelisco. Relajadas y en susasuntos, bebían su café, cuando un gran golpe se escuchó desde la planta baja.Thania se pasó el trago rápido pero Bety escupió el café y regó el contenido dela taza sobre el escritorio y la computadora; ambas gritaron y tenían muchomiedo, eran las únicas personas a esa hora en el edificio. Afuera aún estabaoscuro y la bruma marina era espesa, impidiendo un poco la visibilidad. Sereunieron en el comedor de la oficina, respirando con agitación, Beatriz estabahistérica, casi loca y gritaba en vez de hablar. Desesperó tanto a su amiga quele dio una bofetada con todas sus fuerzas, y sólo así se calmó.  
-Ay, no, Thania. Tengo mucho miedo, quédate aquí.
-Pinche gorda, no seas pendeja. Obvio es alguien, ¿o creesen fantasmas?
Bety se puso a rezar. Thania cogió una escoba y la sostuvocon los dos brazos para usarla con precisión en caso de ser necesario. Cuandollegó a la escalera, notó que el camino hacia la entrada era muy oscuro, seescuchaban compresores, golpes y cadenas. “Seguramente es en la sala deimpresión”, pensó y siguió avanzando. En medio de la oscuridad, los golpes denuevo, TAC-TAC-TAC, desde arriba el desgarrador grito de Bety diciendo “nuncamás”. Y así otras cuantas veces, “TAC-TAC-TAC, ¡nunca más!”
La gran puerta de vidrio de cuatro pulgadas se veía invadidapor un halo de luz y la silueta de una persona. La bruma y la oscuridad nodejaban ver quién era, hasta que volvió a golpear  y Thania contestó que se acercaba, al momentoque se repetía el  agudo y molesto “nuncamás” del piso superior. Tomó su llave y abrió. Se trataba de Natalia, la jefade información del periódico.
-Niña, tardaste demasiado en abrir. ¿De qué se trata? Bueno,no me importa de qué se trata, iré a misa pero no quiero andar cargando mibolso, tómalo y ponlo en mi escritorio. ¿Vino a trabajar la fodonga de Beatriz?Dile que quiero que valla a la Agencia de Investigaciones, rueda de prensa alas nueve de la mañana sobre el caso de asesinato de ayer en el Buenavista. Mevoy. ¡Apúrate, chamaca! ¿Qué esperas?
Natalia desapareció en la bruma y unos perros callejeroscomenzaron a aullar. Thania cerró con llave, dio la media vuelta y alcanzó aescuchar que algo se dirigía hacia ella desde la calle, una especie de rasguñoy una respiración pesada. Dio unos pasos atrás y cesó el ruido, pero suinquietud le hizo acercarse de nuevo; entonces, el cuerpo de un perro seestrelló contra la puerta a dos metros del suelo, quebrando la parte superiordel vidrio de cuatro centímetros de grueso. Ahora ella gritaba, salió corriendohasta el comedor de la sala de redacción, donde su amiga.
No pudo decir una sola palabra, así que se tomó una taza decafé sin respirar, luego el recipiente entero. Empezó a contar números pacientemente,hasta que se detuvo cerca del trescientos ochenta. Respiró hondo unas cuantasveces y pudo pronunciar algunas palabras sobre el perro, luego entregó elmensaje de Natalia a Bety. Pronto dieron las siete de la mañana y llegaronotros trabajadores que se dieron cuenta de lo sucedido y llamaron a la policía.
-¿Segura que no vio más, señorita?
-No, oficial.
-La letra “N” que tiene marcada el perro, ¿cree que sea unmensaje o amenaza hacia el periódico?
-No lo creo, no conozco a alguien, persona, funcionario,grupo o sociedad cuyo nombre empiece con “N”.
El policía se retiró para hablar con el Director delperiódico. Bety se acercó con una anotación en la mano.
-Amiga, tengo algo que puede ayudar a la investigación deAldo. Acompáñame, vamos a la AVI.
Muchos reporteros se concentraron ese día, la mayoría de laprensa amarillista y escritores de revistas y rotativos sensacionalistas. Otrostantos que viven del chayote y limosnas de quienes ostentan el poder. Laminoría presente, eran los periodistas serios. Hizo acto de presencia elSubprocurador de Justicia, el Director de la AVI y el capitán Aldo Ruíz. Todosdieron parte sobre sus conclusiones acerca del homicidio que estaban tratando.El Subprocurador amenazó de muerte a todo tipo de criminal, ya harto de tantaviolencia hasta intentó instruir a las fuerzas del orden para que comenzaranuna ofensiva. Por su parte, el Director de la Agencia de Investigacionessugirió moderación y paciencia, para realizar el trabajo en orden y llegar hastalas pruebas concluyentes, así como los culpables. La prensa lanzó una lluvia depreguntas y críticas al sistema policíaco. Bety pronto abordó a Aldo antes deque se retirara, con el papel en la mano.
-Mañana habrá un evento con muchas personas y todas están en peligro.
-¿Qué sugieres?
-Tienen que protegerlos. Es un caso de vida o muerte. Verás,mis informantes me…
La interrumpieron los funcionarios estatales, quienes sellevaron al capitán para seguir platicando sus asuntos. Aldo apenas alcanzó atomar el papel, con unas anotaciones escritas a prisa, poco comprensibles.


Bibloplegia antropodérmica.
Arrojaron a Fabián al lodo, dentro de algo parecido a un gueto. Varias personas que, como él, se enfrentaron a los guardias o intentaron escapar en alguna ocasión, y ahora vivían con temor. Un hombre anciano, calvo y de ojos redondos le ayudó a levantarse y le sacudió un poco el fango con su camisa. El joven antropólogo intentó identificar su entorno, era oscuro, húmedo y apestaba a mierda. Preguntó dónde estaba.
-Le llaman Arcadia –contestó el hombre-. Es donde encierran a quienes casi logramos escapar, o que al menos lo intentamos. ¡Esos rufianes!Aquí nos torturan de la peor forma posible. La pesadilla empieza cuando descubres a dónde van quienes exentan el experimento.
Caminaron hacia una ventana lateral. Fabián estaba horrorizado, era lo más sanguinario que hubiera visto jamás. Gritos de dolor y agonía reverberan por todos lados. Era una cueva muy alta, apenas iluminada con antorchas y reflectores, con centenares de murciélagos volando entre las estalactitas. Verdugos con la cabeza cubierta desollaron a sus víctimas uno tras otro, haciendo precisos y magistrales cortes a su piel, igual que un cirujano plástico, protegiéndola, para luego arrancarla completa de un solo tirón. El grito producido podría fácilmente afectar a quien lo escuchara.
Lo siguiente eran los músculos y después los órganos, uno por uno. Los colocaban en recipientes especiales, como si estuvieran cosechando algo. Y, al llegar al corazón, era la culminación del proceso; este órgano era tratado como el obsequio de un dios, luego se depositaba en un contenedor. Al final de cada proceso, los órganos eran llevados a un área lejana y la piel se trasladaba más allá de donde la vista les permitía.
-Dicen que las usan para bibloplegia antropodérmica –dijo el hombre, pasando la mano sobre su calva en señal de desesperación-.
-¿Qué es eso? –preguntó Fabián sin apartar la vista de tan macabro acto-.
-La usan para forrar libros.
-¿Ehhh?
-Sí, verá, yo era el administrador de la Biblioteca Universitaria. En alguna ocasión se nos habló de procesos como éste, en que se usa piel humana para forrar libros.
-Pero, ¿para qué querrían hacer eso?
Todos en el lugar se miraron dudosos, la falta de respuestas hizo que algunos especularan. La versión más reconocida incluye el famoso Biblos Mórtem.
-Mejor conocido como el Necronomicón –señaló una mujer mientras se asomaba de entre la penumbra del interior del gueto-. No cabe duda que esto es satánico; alguien con un poco de humanidad no permitiría que estas cosas sucedieran. Pero tanta maldad sólo puede ser inculcada a través de herramientas del Diablo como éste libro.
Se hizo un círculo de personas alrededor de ella. Había quienes le creían y quienes no, por lo que el debate no se hizo esperar, y todos intentaron hablar a la vez. No se comprendía una sola palabra, hasta que el más anciano del grupo, un hombre alto y robusto de unos setenta años, les hizo callar. Demian, como se le conocía, hizo el papel de mediador.
-Nada es seguro, muchacho –dijo-. Es probable, también, quesean personas como nosotros, siendo castigadas. Pero quien sabe. No le hagas caso a la hermana Roberta, está loca. Pero de quien debes cuidarte es del Sueco, ese hombre blanco de allá abajo. En una ocasión, unos chicos hicieron mucho ruido, tanto que llamaron su atención y vino por ellos; les arrancó la cabeza sin previo aviso y los arrojó a los desechos.
-¿No extrajo sus órganos?
-No.
-Supongo que hay un objetivo concreto para el uso de los órganos. Ese Sueco sabe bien que el cerebro y el corazón sufrieron de un trauma, haciéndolos casi inservibles para un trasplante, por ejemplo. ¿Hace cuánto fue eso que comenta, Damien?
-Seis años.
Fabián se sorprendió por el tiempo que llevaba esa gente encerrada allí. Sin embargo, estaba interesado en esa anécdota que le contaron,pues sería la púnica forma de escapar, hasta el momento.

La niñera.
Sentaron a Aldo Ruiz y a Javier Morán en el banquillo. Frente a ellos, el Director de la AVI desplegaba un plano del Centro de la Ciudad de Veracruz. “Esta es la avenida Zaragoza”, señaló y comenzó a delimitar un área.Hizo de conocimiento de los detectives que una manifestación se llevaría a cabo para protestar en contra de la violencia hacia los homosexuales. El capitán Ruiz no se extrañó, Beatriz ya le había advertido de ese evento unos minutos atrás.
-¿Qué hay de extraordinario en esta manifestación?
El Subprocurador de Justicia Corona saltó de su asiento,furioso.
-No tengo que recordarle, capitán, la reciente y creciente ola de asesinatos de miembros de la comunidad lésbica y gay. Es éste tipo de gente la que se va a postrar en el centro de nuestras calles, enojados,gritándonos, aventándonos cuanto encuentren. Los encabeza un grupillo. Eh, ¿cómo se llama?
-Amar La Luna, señor.
-Exacto. Amar la Luna, cosa que me extraña, pues hace más de seis años que no operan. Me dijeron que ese nombre es una de sus pistas, por lo que creemos que podrían todos estar en peligro. También, en nuestro archivo figura que varios de los miembros de éste grupo han desaparecido poco a poco,sin rastro. Es imperante asegurar la integridad de éstas personas.
-¿O sea que seré niñera? –dijo Aldo con sarcasmo-.
-Sí, y si es necesario limpiarás mucha caca. Deberás ponerte en comunicación con Oscar Blanchet, es uno de los organizadores. Y, sólo para que lo sepan, no es fácil encontrarlo.
Morán no pudo ocultar su intriga. Al terminar la reunión, se dirigían de la subprocuraduría al Bar La Oruga, donde se sabe que Blanchet pasa sus tardes desde los últimos seis años.Charlaron en el camino. El sargento revisó varias veces la información de su sujeto en la base de datos, estaba limpio; sin fotografías ni archivos del periódico.
-Esto es raro. Normalmente se tiene registro de quienes dirigen o encabezan asociaciones y grupos de personas.
Siguió buscando directamente en internet sin resultados. Aldo estaba cansado, hacía algunos días que no descansaba y no podía dejar de pensar en lo que habría de hacer la mañana siguiente para proteger a quién sabe cuántos. “Pinches putos”, susurró.
Llegaron a los médanos de arena de la Reserva 4, “refundido” en un área olvidada de Veracruz. El auto apenas pudo avanzar hasta que llegaron a un lugar casi en obra negra, pero que funcionaba como bar. Afuera lo identificaba una lona con la imagen de una mujer semidesnuda enseñando los pechos.
-Alguna vez vine aquí por un vaso con agua, es que tenía sed –comentó Ruiz-.
Eran casi las seis de la tarde y empezaba a oscurecer; dentro estaba menos iluminado que afuera, apenas brillaban unos focos rojizos mal distribuidos y unas luces de neón al fondo,detrás de la barra. Sentados a la izquierda un par de albañiles, recién llegando de una obra y mal gastando la raya con una caguama cada uno; por el otro lado,dos mujeres regordetas y viejas revisando un catálogo de avón. El encargado del bar acomodaba unas cajas de cerveza. Aldo golpeó la barra con los nudillos paral lamar su atención, pero los agentes iban tan bien vestidos que saltaban a la atención de todos y, por lo mismo, los ignoraban. Así que volvió a golpear.
-¿Qué madres quieres, poli?
Aldo se rió.
-¿Poli? ¿Poli Pocket o qué?Queremos cerveza.
-Aquí no hay nada para ti,Poli –dijo el hombre mientras sujetaba un machete escondido bajo la barra-.
Los albañiles se levantaron para observar los movimientos de los agentes. Las mujeres se hicieron a un lado, abrazándose mutuamente.
-Señores –intentó prevenir Morán-, no quieran cometer un grave error.
-Oh, no, pinche puto. Aquí no cometemos errores. ¿Verdad, muchachos?
Los albañiles asintieron con un “ajá”, tomaron tus botellas de caguama y las quebraron para usar los filos como arma. La cerveza se regó por todo el piso, manchándoles hasta la cara. Las prostitutas del bar no sabían si permanecer ahí o salir, pero el miedo les impidió reaccionar. Los hombres se acercaron a la barra, el encargado empuñó el machete y se prepararon para aventárseles a golpes. Aldo sacó de debajo de la camisa su Mágnum 44, a la vez que los otros retrocedieron y Morán aprovechó para tomar su pistola Walter.
-Esta pistola es poderosa,podría partirles la cabeza de un tiro –aseveró el capitán-. ¿Creen estar de suerte hoy?
Los hombres saltaron al ataque. El agente disparó en tres ocasiones, acertando cada disparo. El cuerpo del barman salió proyectado contra su barra de licores, tirándole todo encima,y los otros dos bañaron de sesos el techo. Las mujeres gritaron horrorizadas,la sangre cubría sus semblantes y sus ropas. Mientras Javier Morán aseguraba el lugar, Aldo se acercó a ellas.
-Oruga, maldita perra. A tite buscaba.
Oruga era la más fea,gorda, vieja y flácida de las dos prostitutas, que también hacían de meseras. Ella es, a su vez, la propietaria del establecimiento ilegal. Es conocida por traficar drogas con diferentes cárteles y cerrar exitosos tratos teniendo sexo.Una mujer hermafrodita que supo aprovechar de manera extraña su condición y sus contactos con diferentes proxenetas y redes de prostitución. Controlaba una envidiable red de comunicación en que se manejaba información hasta de altos funcionarios.
-A ti no –dijo Aldo a la otra chica-, será mejor que te vayas ahora. Dime, Oruga. ¿Dónde encuentro a Blanchet? Más te vale decírmelo
-No lo conozco. Déjame en paz, pendejo.
-Mujer, no me obligues a hacerte lo que hice a esos cabrones.
-¿Me dejarás en paz y  pagarás los daños?
-Sí, lo que quieras –ledijo mientras pasaba la mano por sus enormes nalgas sintéticas-.
-Oquei. Oscar Blanchet está en Catarina's a ésta hora. Él viene aquí solo hasta que anochece.
Ruiz la soltó y le rompió el cuello. Javier gritó y revisó el cuerpo.
-Pero, ¿por qué hizo eso,capitán?
-Muchacho, nos dio una pista gigantesca. Además, no tengo dinero para pagarle. Vámonos.
Salieron y la oscuridad reinaba. Las luces de las casas y el paupérrimo alumbrado público eran luces remotas, perdidas en el fondo. Los policías no se ubicaban, no podían ver su auto. Tres bolas de fuego salieron de la nada e impactaron contra el vehículo,haciéndolo estallar. Sólo así se iluminó un poco de la calle. Tomaron sus armas y se pegaron espalda con espalda. El grito desgarrador de una mujer rompió el silencio inquietante de la situación, corrieron a buscarla un par de cuadras adelante, esquivando algunas rocas difícilmente visibles.
Era la otra mesera de La Oruga, ardiendo en llamas. Voltearon a todos lados y otra ronda de llamas se dirigía hacia ellos a toda velocidad. Morán las esquivó, pero Aldo comenzó a dispararles haciéndolas estallar en el aire. Otras dos más desde atrás y por un costado, pero su puntería lo salvó nuevamente. Recargó el arma, las balas se le cayeron y no podía ver de dónde recogerlas. En esta ocasión, múltiples objetivos se acercaban y Aldo prefirió tirarse pecho a tierra. Morán les disparó a todas fallando en una, que impactó cerca de Aldo.
Una carcajada siniestra se oyó a lo lejos, cerca del viejo huerto de mangos. Aldo tardó en levantarse, laexplosión lo dejó aturdido.  Javier le ayudó a moverse y se dirigieron a los árboles de mango, adentrándose. Habían caído en una trampa, cuando la risa se escuchó de nuevo, el follaje de todos los mangos se prendió y expulsó brutales llamaradas. Una silueta humanoide apareció al otro lado del terreno y, cubriéndose detrás de uno de los árboles,arrojó de sus manos más bolas de fuego, pero fallando en su ataque.
El sargento intentó acercarse, esquivando ramas encendidas y otros obstáculos, para poder flanquear al objetivo. Las risas, desquiciantes, no cesaban, y el ataque se hacía más intenso. Aldo cuidaba cada bala, pero fallaba en cada disparo. El sujeto se acercó más a su presa para propinar un ataque más; mientras encendía otra bola de fuego, Javier le disparó a ésta, haciendo que él se prendiera en llamas, y luego le dio un tiro fulminante en la cabeza. Cayó el cuerpo inerte al suelo.
La iluminación volvió a la normalidad. Los vecinos salieron cargando cubetas de agua para apagar el fuego.Al final, registraron el cuerpo apenas identificable. En su bolsillo encontraron un anillo de oro con una N de diamantes incrustados, así como algunas identificaciones. Positivo. Aldo se comunicó a la comandancia.
-Aquí la niñera. Blanchet muerto. No sé si me creerán lo que pasó.




Amar la Luna. Parte II.

Por Antonio Alonso.

* Me recordó a Dedos en la Nuca. Un recopilatorio de los mejores cuentos de horror de este planeta llamado Tierra. Me gustaron mucho. Muy locales, jejeje...
*ya???!!!! y el resto???!!!! muy buena Toño!!!
*Los necrofilos mayates jajajajajaja.... pero yo sigo intrigada con el personaje extraño del bar del tio catarino.


Un palo por el culo.
Javier Morán apenas podía caminar. Aldo Ruiz iba apoyando su peso completo en el joven sargento; Tardaron un poco en volver a la escena. El Tío Catarina subió a revisar su bar en cuanto los bomberos terminaron su trabajo.
Bety tomó su celular para consultar la hora y se espantó al ver varios mensajes de texto y llamadas perdidas de la oficina de su jefa. Angustiada y con desesperación, le dijo a Thania que la acompañe a reportarse. “Natalia escupe fuego cuando está furiosa”, comentó la reportera sobre su jefa. Antes de partir ellas, los policías volvieron, con las ropas quemadas y rasgadas, algunos arañazos en la cata y el pelo alborotado. Beatriz dijo a Aldo a dónde irían y siguió su camino. Junto al camión de rescatistas, el jefe de bomberos esperaba para dar su parte al capitán, tenía a su lado algunos tanques de gas asegurados y fotografías digitales de todo el lugar; en cuanto aquel se le acercó, le dijo que todo fue provocado intencionalmente.
-Coño, dígame algo que no sepa a éstas alturas –respondió Ruiz-.
Compartieron evidencia, algunos comentarios y observaciones mientras los paramédicos revisaban a los agentes. En una camilla llegaba un cuerpo dentro de una bolsa negra, el cadáver del tirador. Aldo Ruiz intentó identificar lo poco que se distinguía del rostro, pero no era alguien conocido. Le escupió en la cara, puso tierra en su boca, le rompió algunos dientes con un puñetazo, cerró la bolsa y ordenó que se lo llevaran. Protestó el camillero, “¡Oiga! ¿Qué chingados le pasa?”, y Aldo puso su mano sobre el mango de su pistola.
-Está bien, está bien –contestó el camillero con sumisión-.
Un grito desgarrador hizo eco en el área del mercado. El bar humeaba nuevamente, alarmando a todos, tomaron nuevamente su equipo y volvieron al lugar; los agentes y otros pares de policías escoltaban el contingente por delante, pistolas en mano. La escalera principal y el elevador estaban bloqueados, subieron por la escalera de servicio, por donde el humo también ennegrecía el ambiente. Unos bomberos derribaron la puerta del bar y se apresuraron a abrir todas las ventanas. En medio había una bola de fuego, una hoguera que ardía como si se tratara de una bruja en el tiempo de la Inquisición Española. Apagaron el fuego como pudieron luego de varios minutos. En medio había una figura humanoide clavada en un palo.
-Es el Tío Catarina –sugirió Aldo sin dudarlo-, lo empalaron vivo y le prendieron fuego. Al menos murió feliz, como le habría gustado, con un palo en el culo.-
-¿Cómo puede decir esas cosas? –pregunto disgustado un rescatista-.
-Sólo no le importa hacerlo. Una vez que lo escuchaste, nada puedes hacer por quejarte, te ignorará tajantemente –respondió Morán con paciencia de maestro rural-. Es así, es como la vida, sólo sucede y ya.
Ese día fue productivo para alguien. Nadie sabe para quién. Un bar incendiado hasta las cenizas, dos cadáveres y respuestas vagas. ¿Cómo encajarían esas cosas? ¿Cuál habría de ser la siguiente pista? Quizás buscar otro sospechoso que aparezca en la lista de personas relacionadas con Luna. Todos los policías locales se dedicaron a adelantar sus reportes, la zona de desastre fue clausurada. Aldo y Javier caminaron varias cuadras en silencio sin voltear más que para cruzar las calles. Dando las siete de la noche, las luminarias y faroles de la calle se encendieron, un señor empujaba su carrito de esquites y chicharrones chiflando una tonada de alguna canción vieja que a Aldo Ruiz le recordó el Trololo, y empezó a silvar también. A su paso, todos  evitaron cruzarse en su camino al ver sangre en sus rostros y ropa. No se detuvieron sino hasta el Parque Zamora, tomaron asiento en la nevería Yucatán y ordenaron un par de champolas de chocolate, los meseros les observaron con miedo y los atendieron temerosos y temblando. Los lúgubres personajes, como salidos de una tétrica historia de zombis, inspiraban miedo y misterio, con sus miradas perdidas y silencio inquietante. Javier suspiró antes del primer sorbo de su bebida, tomó su lista y buscó entre los nombres y perfiles algo útil.
Beatriz decidió entrar al periódico por el acceso trasero, para que nadie la viera llegar tardísimo. Se escabulló hasta su cubículo con la cautela que nunca tuvo, aun así todos se dieron cuenta menos su jefa. Natalia gritó su nombre, como lo hizo cada dos minutos toda la tarde en repeticiones de tres, algo así como un eco; la morena indiscreta se levantó rápidamente y se reportó. La directora del periódico ni siquiera la volteó a ver para darle, más que instrucciones, órdenes.
-Tres cosas. Primero, tenemos que sacar la nota de Corina. Redáctala, ya nos dijo cómo la quiere. Menciona que realizaron obras sociales den sesenta colonias, con más de doscientos mil beneficiados y con una inversión histórica de un billón de dólares. Me la enseñas antes de mandarla. Segundo, apenas me acordé que no he comido, por favor tráeme un café y una canilla.
-Claro que sí. ¿De dónde los quiere?
-Del Café del Portal. Tercero, tengo aquí éste bolso naranja con verde que me regalaron.
-Ay, sí. Qué bonito está.
-No me gusta, lo odio. Me acordé que pronto será tu cumpleaños. Toma, feliz cumpleaños.
Le acababan de regalar a Beatriz algo indeseable, un espantoso bolso naranja con verde. Si se tratara de la película Chiles Jalapeños, seguro sería como esa escena en que las personas se pasan de una a otra un objeto que nadie quiere y que nunca se aprecia claramente de qué se trata. La periodista salió con Thania por el café y empezó a adelantar la nota en el procesador de textos de su celular, empleando muchos calificativos, adornos, alegorías y frases rimbombantes.
Thania quería distraerse platicando de cualquier cosa, entonces habló de lo primero que se le ocurrió.
-Oye, ese bolso…
-¡Cállate!



El inglés que comía ajos y tenía una canica en vez de ojo.
Con varios litros de malteadas de chocolate en el estómago, los detectives volvieron en sí. Morán tenía ya el nombre de otro posible informante, Joshua Clay, “un inglés criado desde pequeño en Veracruz a la manera inglesa y con modales de veracruzano”, así lo describió a su superior.
-Entonces no perdamos el tiempo y vayamos mientras, seguramente, sigue despierto.
Aldo pagó la cuenta con tarjeta de débito, misma que sacó del cuerpo del tirador disimuladamente mientras llevaba la atención de todos a su rostro. Llegaron al domicilio, la calle Negrete a una cuadra del parque Zaragoza, un caserón estilo antiguo con ventanas altísimas y un descuidado jardín. La rejilla de la entrada estaba abierta y entraron. Las luces estaban apagadas, excepto la débil luz de una vela que se veía a través de la ventana; un radio viejo tocaba canciones de los años veinte. Ese aroma a naftalina, que es casi común en las casas viejas habitadas por ancianos que acumulan toda clase de objetos. Casi podían escuchar las polillas devorando todo en el lugar. En cuanto abrieron la puerta, les sorprendió por la rendija de un costado el cañón de un mosquetón.
Había un interfón con una cámara que recordaba mucho a HAL 9000 de Odisea en el Espacio, por lo que era intimidante. Con un acento español perfectamente mexicanizado, preguntó una voz.
-¿Qué mierda quieren?
-Agencia Veracruzana de Investigaciones, buscamos a Josh Clay.
-Le dejaré entrar si me responde. ¿Cuánto tiempo hay que esperar para cocer un huevo duro?
Mientras Javier pensaba la respuesta, Aldo el Sucio pateó la puerta rompiendo la chapa y entró.
-Déjate de mamadas, viejo.
-Si son mamadas, quiero dos –contestó Clay-.
-Si se trata de un huevo duro, ya está cocido, pero tú déjame las bolas en paz.
-¡Maldito Callahan!  Me lleva la mierda, cuánto tiempo sin verte, pinche negro hijodeputa.
-¿Negro?
-Un chiste entre nosotros, Morán, le respondió el sargento.
Por cerca de una hora platicaron sobre lo que ya se sabía del caso y la muerte del comandante Olivera. Clay les había servido té de naranja y galletas de animalitos, “es lo que me queda de las despensas que dieron en campaña las elecciones pasadas”, dijo el viejo. Javier no podía probar bocado porque el rostro del anfitrión en verdad daba miedo y, para colmo, comía ajos como si se tratara de cacahuates.
Josh Clay dejó lo que comía y se levantó de su asiento, caminó hacia su destruida puerta y se quedó bajo el umbral. La luna se reflejaba en la canica que llevaba por ojo. Se volteó y, en seña de revelación, clavó la mirada de su ojo bueno en la del asustado sargento. Él, dijo, fraguó la idea de crear Amar la Luna; diseñó las estrategias e integró personas al proyecto.
-Amar la Luna no era originalmente para lo que dicen que es. De hecho, todos los que tienen que ver con ello han muerto de maneras espantosas, algunas parecen accidentes o causas naturales. Sin embargo, todas espantosas. Pocos quedamos vivos.
-¿Qué es Amar la Luna? –inquirieron los agentes-.
-En aquel bar, había un joven apellidado Luna. Sin carrera, sin oficio, sin aspiraciones, sin una vida regular conocida, ofrecía afecto no correspondido –peló un ajo y se lo comió-. Era un hombrecillo extraño que de repente un día se suicidó; más raro que eso fue la desaparición de su cuerpo, nunca lo reclamaron pero tampoco permaneció en la morgue.  La fundación busca evitar que sucedan éstas cosas, brindamos amor, no sexo, amor. Verán, éste tipo repetía constantemente que tenía en su poder un libro que le ayudaría a recibir el amor que le fue arrebatado, ¿por quién?, no sabemos. El libro, aseguraba, era el Necronomicón. Pero eso es un mito, al menos yo odio los mitos. Hay mitos por todos lados, sobre dioses terrenales, dioses aliens, hablan de héroes, seres fantásticos, etcétera. ¿Por qué alguien creería en un mito así? Peor aún, sentirse partícipe de ese mito a esa escala tan preocupante. Hitler decía tener la Daga Sagrada del Destino, y eso no pudo evitarle la muerte. Digo, se trata de historias creadas para hacer que las personas tengan algo en qué creer, fundamentar su fe. Si destruyes un mito, ellos lo defienden hasta la muerte. Ahora bien, el Necronomicón es supuestamente el Libro de los Muertos, ¡qué tontería! Supuestamente lo escribió un monje loco, con tinta hecha a base de sangre, y está forrado con piel humana, biblioplegia antropodérmica. Algo mencionaba sobre que todos deberían leerlo; leí, sin embargo, lo que Lovecraft escribió algo acerca de eso, es un buen libro y la película me gustó más aún.
-Entonces, Luna era ocultista –se aventuró Morán-.
-No lo sé, jamás lo sabré. Nadie conoce su domicilio. Una vez intentamos seguirlo, pero caminamos sin rumbo, detrás suyo, por más de diez horas para sólo volver al bar y así unas tres veces. El tipo no durmió en casi dos días. Dejamos de hacerlo, nos dio miedo; pero nada que sustente que tenga un pacto satánico. Otra cosa que desconocemos es de dónde obtenía su dinero, tanto dinero. Siempre gastaba en cuentas de mil pesos o más. Nuestra maldición fue cuando apareció Amar la Luna. No sólo murieron algunos de nosotros, otros desaparecieron, y homosexuales y bisexuales de ésta y otras ciudades comenzaron a desaparecer por decenas, eso lo sé por mis informantes y amigos. Actualmente, soy mi único informante y amigo, estoy incomunicado y sólo, vivo encerrado y con ese mosquete en la puerta. Los negocios familiares los tengo desatendidos, seguramente ya me los quitaron y, con suerte, ni existen. Vuelvo a lo anterior. Es de miedo relacionar las desapariciones de éstas personas con esas historias desenfrenadas del Necronomicón; me hace pensar que sí existe. Racionalmente no creo en eso, pero me da miedo y no quiero averiguarlo. Por eso vivo atrincherado. No quiero ser el siguiente.
-¡Estúpido Lovecraft! Soñaré con los monstruos que salen en esa película –exclamó Ruiz.
Clay se sacó el ojo de vidrio y lo entregó al sargento Javier Morán, dentro contenía una unidad USB con fotografías y archivos relacionados con Luna, la asociación y sus integrantes hasta los últimos hechos antes de que Joshua se aislara del mundo. Aldo y Javier se retiraron, dejaron la puerta destrozada donde estaba. El inglés que comía ajos y tenía una canica en vez de ojo los despidió a la distancia desde lo que quedaba de su puerta, no tardó en recordar que su trampa debió activar el mosquetón instantáneamente; volteó a todos lados, golpeó duro el suelo y el arma se disparó, volándole la tapa de los sesos.
Nadie escuchó. 


Epílogo.
Consumidor compulsivo de comidas rápidas.
La jornada de trabajo de Fabián fue más ligera que lo acostumbrado gracias a que el día anterior hizo todos sus pendientes. Hasta había ido a trabajar vestido con una camisa de manga corta y pantalón de mezclilla. Se excusó por salir a las cinco de la tarde y nadie lo cuestionó, bajó el ascensor. Mientras escuchaba la versión bossa nova de la Marcha Imperial de Star Wars que él mismo pidió que se incluyera, revisaba sus mensajes de texto. “Mañana será la evaluación final del proyecto, deséame suerte. Te quiero. Than”. Una inquietud y sentimiento de repulsión a sí mismo llenaba a Fabián, subió su temperatura corporal y la oreja derecha se le puso roja, como pasa siempre que se siente presionado por cualquier asunto.
Desde el taxi ordenó pizza para que llegara casi al mismo tiempo que él. Una hawaiana de doble queso con queso en la orilla, y una Coca Cola de un litro bien fría, “la más muerta que tenga”, especificó. Aunque llegó unos diez minutos después que él, la recibió con la misma animosidad. Tomó el caliente empaque por la orilla, pagó el precio exacto al repartidor más diez pesos de propina, olió la pizza a través de un orificio y sintió cómo las papilas se estimulaban en su lengua a la vez que empezaba a salivar.
Su hambre era mucha, pero su ritual antes de comer pizza era más preciado. Subió la escalera, se sentó en la sala y puso la pizza en el asiento de al lado, encendió la televisión en el canal cinco, estaban transmitiendo Malcolm el de en Medio. Levantó la tapa del empaque, recibió el vapor como si se tratara de un suspiro de los dioses, y contempló la redonda forma de su manjar, con el dorado queso aún burbujeando de tan caliente que seguía. Quiso tomar una rebanada pero le quemó los dedos; no esperó y volvió a hacerlo, la sacó sosteniéndola sólo con las yemas y le dio la primera mordida. Los ingredientes se desparramaron en su boca, disfrutó casi orgásmicamente el queso que hacía más de un mes no probaba. Entonces, sucedió lo inevitable. El queso liberó el calor que almacenaba en sus fibras interiores y quemó la lengua y el paladar de Fabián. Echó un grito que hacía eco entre los edificios de su calle; los vecinos, acostumbrados a eso cada semana, lo ignoraron. Se tragó el bocado seguido de un vaso de refresco. Palpó con su lengua el área de daño, un pequeño agujero de al menos un centímetro de diámetro  y unos dos milímetros en su punto más profundo se enlistan en el reporte. Le ardían, pero siguió comiendo. La salsa cátsup y la picante fueron víctimas del uso indiscriminado de éste consumidor compulsivo de comidas rápidas.
Llevaba ya media pizza. El sol pintaba la calle de naranja. Fabián recordó la cita, revisó la hora, las 6:30pm. El almidón contenido en las seis rebanadas que había comido ya perdió su efecto. Una nueva sensación de hambre y nervios transformaron su temple.
Con trabajo, mucho esfuerzo y evitando vomitar, se agachó para amarrar sus zapatos. Se acomodó la camisa y el pantalón, se peinó. Guardó la pizza en el refrigerador, junto con el refresco, en el rincón más escondido de su vació mueble. Guardó su cartera en el bolsillo derecho del pantalón y el celular en el izquierdo, se puso su reloj de pulso. No esperaba llamadas.
Fabián dudaba ahora sobre proceder o quedarse y dormir. Era partidario de hacer cualquier cosa que no implicara salir de sus cómodos aposentos. Por otro lado, tenía el deber moral de librarse de ese inquisitivo malestar.



Rosas para la cita.
Javier se despertó muy animado y estuvo contento durante todo el día en la universidad. Sus amigos le notaron una exagerada emoción de la que nadie pudo sacarle una justificación, al menos no algo concreto o “el dato duro”, decían sus amigos de la facultad de Periodismo. Elvira, su tutora, estuvo hablando algunas cosas con él para acomodar su horario del semestre siguiente, pero le desesperó el aspecto de distraído en el rostro de su tutorado. “Javier, ¡Javier!”, le gritó finalmente. Aquél, inmutado, sólo giró los ojos y, con la boca semiabierta, apenas gimió para preguntar ¿Qué?
-De plano ya no se puede contigo, Javier. No me estás viendo, estás ido, como si vieras a través de mí, como si no estuviera yo. Toda la semana te vi raro, pero ya hoy… Ashhh, exageras. ¿Qué te traes? Soy tu tutora, tengo que conocerte; así que no te vas de aquí hasta que no me digas. Y no me salgas con el cuento de que dolor de cabeza o algo así, porque obviamente no es cierto. A ver, te escucho.
El muchacho intentó evadir la pregunta, le dio largas a su tutora, pero no lograba más que hacerla enojar un poco más con cada palabra, cada sílaba. Javier recorrió de lado a lado el pequeño cubículo, apenas iluminado por la poca luz que entraba por la estrecha ventana, que antes había sido el anexo de una bodega. Se detuvo un instante y, mientras seguía hablando, empacó sus cosas para irse. Elvira seguía sus manos con la mirada, apretó sus labios y, cuando él cerró el broche, ella cerró sus ojos y golpeó su escritorio con la palma de la mano plenamente extendida. Aquella extremidad estaba roja roja, las yemas de los dedos blancas. Abrió y cerró el puño para que hubiera circulación sanguínea, sintió un hormigueo muy fuerte.
-Por favor, vete. Vete, Javier. Debes saber que sólo quiero ayudarte, pero no me dejas. ¿Qué se supone que haya yo, entonces, eh? Dime.
Javier se despidió sin voltear a verla, a quien consideraba incluso una amiga. Tras cerrar la puerta, Elvira tomó una taza y la llenó de un trasto que usaba como cafetera, aquello hervía aún, pero así le gustaba beberlo. Luego, se tomó un puñado de pastillas de pasiflorine, cerró los ojos y se masajeó la sien, para terminar recostándose sobre su incómodo sillón. Sonó su celular, pero lo arrojó por la ventana en vez de contestarlo, cayó tres pisos y se hizo pedazos la carcasa, el identificador de llamadas decía COOR RRHH.
El muchacho atravesó la ciudad transbordando autobuses, desde la universidad en Puente Moreno hasta un departamento que rentaba en el Infonavit Buenavista, “allá refundido en el quinto círculo del infierno”, le decían siempre. Pero se desvió de su ruta un poco, para ir a una plaza cercana al Tecnológico de Veracruz, donde tendría un encuentro muy esperado y aparentemente discreto. Era muy reservado acerca de algo que nadie sabía ni se imaginaba posible de él. Tomó su celular y llamó al teléfono de su citado, era un misterio la identidad del otro chico pues, por su seguridad, lo prefería de ese modo. De pronto, ahí estaba,  tenis Vans, pantalón azul, playera blanca con el estampado de la famosa lata de Campbell’s de Warhol y chaqueta de cuero negra, con unas gafas de sol Ray Ban en una mano y, en la otra, rosas para la cita.
“Yo vengo muy equis”, apenas pronunció Javier. Se le acercó al chavo Campbell’s con timidez, guardó su celular y, de nuevo en voz baja, preguntó algo.
-¿Tú eres Francisco Gil?
Asintió, se puso sus gafas, le tomó la mano y le extendió el ramo.
-Son para ti, pensé que te gustarían.
Javier se ruborizó, no sabía qué hacer. Nunca había salido con alguien, algunas ocasiones en la secundaria con una chica, pero siempre fue espontáneo, nunca algo así y nunca con otro varón. Le había gustado desde que lo vio. Volteó a todos lados y tomó las rosas, mencionando siempre lo incómodo que se sentía por ello y lo feliz que estaba por conocerlo. Caminaron al local de gordas y fritangas y tomaron asiento, Javier se hizo el de la boca chiquita, pero el otro ordenó comida como para tres.
Habían platicado mucho por teléfono antes, y se conocían bien, pero en persona sólo Gil se acopló.
-Conocerte al fin en persona es emocionante. No sabes cuánto lo esperé. Y estoy contento, es sólo que, no sé, es raro. ¿Me entiendes?
-No te preocupes, es normal. Además, si quieres, aunque ya lo sepas, puedes preguntarme lo que quieras –dijo mientras sonreía y se quitaba los lentes, se respaldó en la silla y puso las manos sobre la mesa-.
Hubo respuestas muy breves, casi mecanizadas, que respondían a preguntas de entrevista formal, como su fuera para postularse para algún empleo. 26 años, Técnico Embalsamador, cuatro parejas formales, series policíacas y Los Simpson, Nietzsche. Y así siguió un rato mientras comían. Francisco no quiso preguntarle, porque aclaró que se sentiría tonto preguntando lo que ya sabía, y aquello era sólo un ejercicio para la confianza de Javier. Terminaron de comer y Gil se tomó su bebida, un litro de horchata, casi de un solo trago, el otro se sorprendió. Caminaron sin rumbo para platicar un rato más, y eso hicieron por tres horas hasta que se hizo tarde y comenzó a serenar, entonces casi corrieron hasta la casa de Javier.
Para cuando llegaron, era de noche y estaba lloviendo tan fuerte que las actualizaciones de Facebook, Twitter y Uno Noticias hablaban de que se estaba desbordando el canal de la Zamorana y comenzaba a inundarse el fraccionamiento Floresta. El anfitrión ofreció a Gil quedarse hasta que dejara de llover, le dio una toalla para que se secara y puso las camisas a secar con ventiladores. Se sentaron a la sala y platicaron otro poco, pero Javier no podía quitarle los ojos de encima.
-Mi padre era motociclista –comentó Gil-, ésta chaqueta era de él. Me la dio antes de morir, como su supiera que sucedería.
-Oh, cuánto lo siento.
-No te preocupes. A todos les gusta, a mí me fascina; cada vez que me la pongo recuerdo cada anécdota que me contaba, sobre sus viajes. ¿Te imaginas? Le dio la vuelta a América del Sur rodeándola por las carreteras de la costa. De éste lado, tiene bordado un escudo de cada ciudad importante que visitaron; supongo que eso hace más valioso éste trapo.
Cada vez que coincidían sus miradas Gil soltaba una risa que apenaba al otro.  Se hacía más tarde y la playera de Campbell’s seguía escurriendo agua.
-¿Quieres café?
Gil no contestó, silencio. Tras preguntar, Javier hizo a levantarse de su asiento infructuosamente, comenzó a mirar con sospecha a su cita de esa noche.
-Quiero besarte.
Javier no supo qué hacer y sólo se dejó caer sobre el asiento. Gil se le acercó sigilosamente y lo tomó de las manos para que se levantara, mirada con mirada. Aunque Javier dudaba en cada movimiento, Gil demostraba seguridad. El chico de la playera de Campbell’s lo  tomó de los hombros y bajó sus manos hasta rodear su espalda, lo abrazó y lo pegó contra su cuerpo, rozó con sus labios las mejillas de Javier y bajó al cuello, como su fuera un vampiro. El otro no soportaba la excitación, comenzó a gemir y a ponerse tenso hasta que no lo soportó más y lo empujó con las dos manos; luego respiró hondo, con profundidad, todo el aire que podía cada vez. Todavía estaba tenso y temblaba, pero no podía dejar de ver a Gil, entonces se lanzó de nuevo a sus brazos y, al tocar sus labios, todo fue besos y miradas.
Javier tuvo iniciativa, tomó la mano de Gil y subieron a su recámara, se recostaron en la cama. Muñecos de acción de los Caballeros del Zodiaco, osos de peluche, posters de películas rodeaban el cuarto. Francisco mirando al techo, con un par de ojos perdidos que le buscaban, estaba muy tranquilo, como si no pensara en ello. Javier deseaba que lo tomara, una ola de sentimientos y sensaciones que nunca había tenido era su desasosiego. Era feliz.
Las miradas se cruzaron, no era lo mismo. Los ojos de Francisco Gil eran un par de discos negros con halos blancos que reflejaban el pequeño destello de la lámpara de la calle. Javier se giró sobre su costado sin apartar la mirada. Gil se apoyó sobre su brazo y tomó la mano de su anfitrión.
-Gil, me lastimas.
Apretó la mano de Javier; aterrado, apenas pudo intentar apartarse.  Aquel se le aventó con las dos manos directo al cuello, con los pulgares intentó quebrar la laringe. Javier intentó pelear, procurando alcanzar a Gil con sus manos, incluso lanzó patadas, pero tenía todo el peso de su atacante sobre las piernas. No pudo gritar, las lágrimas de desesperación escurrieron; puso sus manos sin fuerza sobre los brazos de Gil; sus ojos giraron desorbitados y sus brazos cayeron a los costados. Francisco se secó el sudor de la frente y luego le besó el cuello a Javier. Ya no sentía nada, había muerto.
Ahí yacía el pobre estudiante que creyó conocer el amor, con el rostro morado. Gil tomó el ramo de rosas y regó los pétalos sobre la cama y alrededor del cuerpo, encendió algunas velas aromáticas que encontró por ahí y acomodó el cuerpo de Javier de modo que pareciera que duerme; así,  montó una tétrica escena romántica. Se puso su chaqueta y salió como si nada, con la torrencial lluvia a las tres de la mañana. Una camioneta Land Rover se acercó y bajaron dos tipos que fueron por el cuerpo. El muchacho subió al vehículo, sacó una cigarrera de su chaqueta y encendió un Camel. El conductor, con el celular en la mano, lo miro con desprecio y no tardó en quejarse.
-No mames, te taradaste todo el día. ¿Qué tienes en la cabeza?
-Disfruto mi trabajo, es mejor para ellos y yo quedo tranquilo. Es algo así como cumplir su última voluntad. Éste chico, por ejemplo, nunca había tenido una cita. Murió feliz. El último día de su vida fue un día feliz. Si yo logro eso, mover los sentimientos de las personas, y lo he hecho, entonces soy un artista.
-A la mierda tu arte. Necesitamos productividad.
Subieron el cuerpo al asiento trasero, acomodándolo para que parezca que se trata de un pasajero más, y se fueron. Antes de las cinco de la mañana, el lugar estaba lleno de policías; una vecina que toda su vida ha sido la chismosa de la colonia avisó a la policía de lo que vio. Aldo Ruiz y Javier Morán llegaron a la escena. Todo alrededor estaba acordonado, policías por todos lados intentaban dispersar a los metiches. Adentro, los peritos estaban viendo porno en la televisión de la sala.
-¡Qué bonto! –dijo Ruiz y luego aplaudió-.
-¡Señor! Esto, eh..
-Nada, es porno gay. Dos chotos besándose y agarrándose los huevos, ¡esas son puterías! Válgame la redundancia. Morán, tome nota.
-Lo que intentamos decirle, Señor, es que éstas grabaciones son de lo que sucedió anoche en ésta casa. Hasta puede ser parte del caso de la desaparición de homosexuales en la ciudad
El capitán Ruiz hizo una seña para que reprodujeran el video desde el principio para identificar los hechos y a los involucrados. Notó todo, o casi todo, pues la conversación la fueron saltando.
-Y en éste punto comienzan a fajar bien cachondo, Señor –dijo un perito-.
Javier Morán se puso rojo y mejor volteó a otro lado, uno de los peritos se sentó y algunos policías se quitaron sus gorras para ponerlas frente a sus pantalones. El detective Ruiz era un atento espectador, cuando terminó la parte caliente del video, se rascó un testículo por encima del pantalón. Un oficial señaló que lo que seguía era el asesinato; y así lo presenciaron, en tiempo real.
-Esto, señores –dijo concluyentemente Aldo Ruiz-; esto que tenemos entre manos, es un asesinato planeado. No sé cómo diablos hizo el chotito que vivía aquí para instalar tan bien equipo de video, pero gracias a él conocemos a su asesino. Hagan capturas, mejoren la imagen y amplíen los rostros para hacer las investigaciones, por favor.
-Aún hay más, Señor –añade Morán-.
-Ah, ¿sí? ¿De qué se trata?
Caminaron hacia el cuarto de servicio y encontraron dos playeras a punto de secarse. Una sin estampados y otra con la imagen de una lata de Campbell’s.
-Ambas tienen residuos de sudor y vello corporal –continuó Morán- , los peritos harán análisis de ello. Aquí están las fotos de la escena de arriba.
-No creo necesario verlas, ya vi cómo lo hizo ese sádico. Aún tengo la curiosidad sobre la identidad de esos dos gorilas, que iban muy bien tapados. ¿Para qué querrían matar a alguien y luego secuestrar su cadáver? Teniente Palomino, si usted lo hiciera, ¿para qué lo haría?
-Eh, no lo sé. Quizás sean necrófilos.
Necrófilos. El capitán hizo nota mental de esa palabra. “Necrófilos mayates”, murmuró. Era muy pronto para concluir algo. Le encargó a Palomino que hiciera el contacto con los familiares y amigos y se retiraron de la escena, eran casi las nueve de la mañana. Se fueron a desayunar picadas a unas cuadras de ahí. Morán estaba muy preocupado, pues nunca pensó que podrían encontrarse directamente con algo así, y menos relacionado con el caso de los desaparecidos. Bebió su chocomilk con huevo y jerez y tardó en formular algunas palabras.
-No puedo asimilarlo. Hasta hace poco sólo sabía de gente muerta a través de los reportes, nunca pensé participar directamente de un caso. Al salir de la academia, todo lo que había hecho era asistir al comandante, así por algunos años. Siempre he pensado, y ahora con más razón, ¿por qué la gente odia? ¿Por qué la gente mata?
Aldo tenía un bocado de huevos con chorizo en la boca, se lo pasó por la fuerza y bebió su café con leche antes de contestar.
-Está en la naturaleza de las personas el ser salvajes, la violencia es un instinto de supervivencia. Y bien sabes que las personas y los animales a veces se sienten amenazados ante cualquier cosa, por más ridícula que sea, y creen que de ello depende su vida. Pues bien, es como eso que decían de los judíos y su complot internacional, que de todos modos resultó cierto, hizo que los nazis buscaran sobrevivir a ello a través del holocausto. Sí, es un ejemplo muy exagerado, pero es lo único que se me ocurrió ahora.
Las preguntas continuaron en torno al perfil sicológico del asesino y la razón por la que hizo lo que hizo. ¿Era un crimen pasional? Idea descartada. Un asesino serial, quizás. Y si es así, ¿por qué molestarse tanto con una cita y esas cosas? Era un sádico, uno muy bien organizado y con personas detrás de él. Si es un asesino serial respaldado, ¿por qué dedicarle tanto tiempo a una víctima? ¡Coño! Me cagan esos misterios complejos de los asesinos como molestarse en llevar rosas para una cita.