jueves, 16 de junio de 2011

Año Cero 3

Al llegar a la cúpula, Denis comparó el jardín con el pasillo y pensó que podría adornar con algunas plantas como rosas o pequeños ficus. Caminaron hasta el laboratorio sin decir palabra.

-¿Bertie?
-¿Sí, profesor?
-En cuanto se abra la cápsula, inicia la medición de ritmo cardíaco, ondas cerebrales, voz, pupilas y todo lo demás que hemos hecho desde que empezamos a clonar monos.
-Sí, profesor Crocman.
-Gracias, Bertie.

Denis se acercó al control manual de la cápsula y tecleó una contraseña, luego puso su mano sobre una pequeña pantalla que verifica huellas digitales.

-Deséanos suerte, Bertie. Daniel, prepara la cámara de lavado.
Se levantó la compuerta de la cápsula y empezó a escurrir barro. Crocman se acercó, arremangó su bata de laboratorio y metió sus brazos para sacar al sujeto, lo subió a la camilla para desplazarlo a la cámara de lavado.
-Ahora, Daniel. Chorro de agua.

El barro empezó a caerse, poco a poco se veía la piel rosa del sujeto, sus brazos, piernas, su rostro.

-Amm, ¿profesor?
-Sí, Daniel, ya sé.
-¿Por qué se ve distinto a los otros sujetos?
-Creo que exageré un poco con la alteración genética. Espero que al menos haya funcionado la terapia psíquica, podremos hablar con él sin necesidad de enseñarle. Era un fastidio esperar a que los otros sujetos murieran antes de aprender a comunicarse. Además, ellos nos veían como algo extraño y nos temían, antes de la alianza.
-Creo que comprendo. Aunque siempre he sido prejuicioso.
-Bravo, Daniel, tú sí que sabes reconocer tus errores.
-Me siento halagado y ofendido al mismo tiempo, así que gracias y lo odio.
-Muy bien. Llevémoslo al jardín, no tardará en despertar. Si nos ve, puede que muera como el otro, ¿recuerdas?
-¡Sí, claro! Fue divertidísimo verlo morir del susto. Ni siquiera tuve que planear la sorpresa como en el colegio.
-Eso, además de que cada sujeto le cuesta dos millones de créditos al Ministerio. Quisiera ganar eso, y es lo que nos gastamos aquí diariamente.
-Apresurémonos, profesor, que hay sorpresa de escarabajo para la cena.

Cuando dejaron al Sujeto Cuatro en el jardín, sus reflejos empezaron a funcionar. Se apresuraron y, en cuanto la plataforma iba a medio camino de subida, el mono ya estaba técnicamente vivo.

-Sabes, Daniel. Me habría gustado verlo de frente, darle la bienvenida. Siento como si cada uno fuera como mi hijo. La última vez que casi saludo a uno, murió del susto.

Se condujeron al comedor y Bertie les avisó que habían llegado visitas de la estación Lunar. “Orlov; si es así, esto será un fastidio”, pensó en seguida Crocman.

-¿Cree que ya sepan de esto en el Ministerio?
-No, Bertie sólo me obedece a mí. Y lo que hice con el número cuatro sólo nosotros dos lo sabemos. Seguro que es otra cosa.

El capitán de seguridad había bajado del hangar acompañando a Orlov, caminaron hacia el comedor platicando hasta topar con los científicos.

-Así se hará, comandante –dijo el capitán al momento que hizo un saludo militar-.
-Ah, profesor Crocman. Y el joven Daniel Devlin. Díme, Daniel, ¿ha servido tu estancia aquí para tus proyectos en la universidad?
-Muy fructífero, comandante.
-Nos complace escuchar eso, ¿verdad profesor?
-Ciertamente.
-Le he pedido al capitán de seguridad Hilfiger que se mantenga a su completa disposición, profesor. Ya que parece que el proyecto Terra ha entrado en una etapa muy importante.
-Para nada, comandante. Todo sigue tranquilo aquí en el domo, pronto liberaremos otro espécimen para estudiarlo. ¿Nos acompaña a cenar?
-A eso bajé de la estación lunar. No es agradable comer en gravedad cero, sabe.

Crocman tragó saliva. Orlov sabía algo y necesitaba averiguar qué era. Pidió a Hilfiger que fuera a ordenar a la cocina poner otro plato, para el comandante de la estación lunar. Daniel se retiró un momento para guardar su bata. A solas, el tono de Orlov era más serio, y Crocman se dispuso de forma muy cautelosa.

-Profesor, usted ha actuado sigilosamente los últimos meses. Algo oculta o nada ha ocurrido. Aquí siempre ocurre algo, así que me inclino por la primera opción.   
-Y, ¿qué ocultaría yo si siempre ocurren las mismas cosas?
-No lo sé, quizás un descubrimiento, un hallazgo. Un resultado no planeado. Cualquier cosa fuera del programa.

Crocman tomó una bocanada de aire y la exhaló por la nariz. Asintió con la cabeza y miró hacia el piso. Mintió al decir que esperaba que, por su buen comportamiento, el Ministerio financiara los proyectos de Daniel.

-Es un joven muy prometedor, ¿sabe?
-Así es, pero no creo que se trate de eso tanto misterio.
-Lamento decepcionarlo entonces.

Orlov echó sobre Denis una mirada de rechazo y desconfianza. Sugirió ir al comedor para cenar.

-Al Ministerio no le gustan las sorpresas, profesor; así que dígalo ahora antes de que le recorten su presupuesto y le quiten a su becario. Por cierto, ¿qué hay de cenar?
-Creo que es sorpresa de escarabajo. Aunque me habría gustado comer ostiones o huevos de avestruz.
-Le recuerdo profesor que a nadie le gustan las sorpresas. En especial las de escarabajo.

Habiendo rechazado el mal sarcasmo con una mueca, el científico sugirió acercarse al comedor para cenar a disgusto el plato principal. Hilfiger los recibió a la entrada y señaló al comandante su lugar en la mesa. La cocina era atendida por la guarnición lizarda destacamentada en el domo, encargada de la seguridad en el lugar, organizada en turnos para trabajar ordenadamente. Los responsables de la cocina y el comedor vestían ropa de descanso. Una vez sentados los anfitriones, se sirvió la cena en bandejas de plástico; los alimentos estaban clasificados, la guarnición de vegetales era una barra verde, la sopa era una barra naranja y la sorpresa de escarabajo una barra café; parecían pedazos de plastilina.

En la mesa, Crocman estaba en el lugar de la cabecera, a su derecha Denis y a su siniestra Orlov; Hilfiger ocupaba la izquierda de la otra cabecera, a tres lugares del muchacho. Orlov, como huésped de honor, debía ocupar la cabecera vacía, pero sus ansias por fastidiar le motivaron a sentarse tan cerca del profesor como era posible.

Aunque todos la rechazaban, comieron su comida, con asco. Daniel casi vomita y al capitán Hilfiger le lloraban los ojos. Los otros dos tragaron sin saborear para acabar rápido y bajarse la comida con un vaso de agua, evitándose así la pena que vivían aquellos. Orlov eructó, lo disimuló cubriéndose la boca para silenciar el ruido, luego reclamó.

-Y yo que creía que la comida era mejor aquí. Se supone que tienen de todo en éste jardín, debería ser comida natural.
-Y lo es, comandante –señaló al instante el becario-. Sucede que los cocineros sólo saben preparar la comida en pasta; es mucho más rápido que adornar un platillo. La próxima semana cocinaré yo, será como en casa. Grant, cómo extraño mi hogar; la luna Grant –dijo con tono bajo y melancólico-.

Denis sacó su cigarrera de la parte trasera de su pantalón y un encendedor del bolsillo de su camisa. Al momento que encendía un cigarro, sin voltear, retomó su debate.

-Será bienvenido hasta entonces, Orlov.
-Y sólo entonces, ¿verdad? En cuanto averigüe qué pasa aquí, me verán cada vez más seguido. Es más, aprovecharé para llevar a cabo mis propios proyectos. Cómo odio la estación lunar. Puede empezar, profesor, sembrando esto en ese “huerto” suyo.

Sacó algo de su camisa y, de un golpe, lo puso frente al encargado del Domo.

-Quiero que siembre esto junto a sus plantas de tabaco. Vendré cada semana hasta que sea un árbol; no se preocupe, no tardará tanto tiempo en crecer. Es del planeta Sukmeov, y es el único tipo de planta que ahí crece; es imposible respirar ahí, así que usted hará que ésta semilla crezca bajo éstas condiciones. Cuídela, es la única.

Denis no apartó la vista de su encendedor hasta que Orlov soltó el frasco que contenía la semilla y se retiró. Había pasado casi media hora y él era el único en el comedor. Durante ese tiempo, su mirada y sus pensamientos se habían centrado en esa semilla. “Nunca he estado en ese planeta, ¿qué clase de planta es? ¿Por qué es tan importante para ese tipo tan nefasto? ¿Por qué sigo sentado sólo en el comedor?”

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